En momentos de desesperación ante la ola de inseguridad en las calles y la proximidad de un año electoral, mucho cuidado con dejarse engañar por los políticos y los aspirantes a algún cargo público que buscan llevar agua para su molino ofreciendo la pena de muerte para delincuentes, sean estos sicarios, extorsionadores, violadores y demás lacras.

Para empezar, para aplicar la pena capital a gente que ya no tendría por qué estar en este mundo por el daño causado, habría que renunciar a tratados y pactos internacionales, para lo cual no existe un consenso en el Perú. Esto se debate desde hace años, pero todo ha quedado en eso: en propuestas e intenciones.

De otro lado, a quién se le ocurriría plantear la pena de muerta con la lamentable calidad de jueces y fiscales que tenemos. ¿Magistrados como los amigos y amigas de Andrés Hurtado, “Chibolín”, que se venden por la remodelación de su sala y comedor, van a decidir sobre la vida de cualquier ser humano por más asesino que sea?

Proponer la pena de muerte en estos tiempos es engañar a la gente. Eso al menos en el corto y mediano plazo es imposible. Lo primero que habría que hacer sería refundar el Poder Judicial y el Ministerio Público, y eso no está a la vista.

Dejen de engañar a la gente, y no se dejen engañar.

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