La desconfianza que queda en una persona respecto a las relaciones amicales de su pareja luego de que la anterior le “sacara de vuelta”, o en los hijos cuando detectan que el papá o la mamá les mienten sobre algo importante, es similar a la de la población en relación a lo que les dice sus gobernantes. Esa es la huella que han dejado con los anuncios falsos sobre el número de muertos por la pandemia o la compra de vacuna. Y todavía hay autoridades que se preguntan por qué tantos peruanos no les hacen caso, en el cuidado que deben tener para evitar contagios. Es que no les creen, no confían en ellos.

Ahora resulta que parte importante de la población -según las encuestas- rechazaría vacunarse y se automedica con ivermectina, frente a lo cual las autoridades y epidemiólogos se rasgan las vestiduras diciendo que eso no es prudente y que la medicación más bien puede tener serios efectos perversos. Esas mismas autoridades que no les ofrecen opción a los enfermos del COVID de ser atendidos en hospitales, se quejan que la población se automedica.

¿Es tan difícil darse cuenta de lo obvio, que la población no hace caso porque no les cree a sus autoridades? Y si ese es el caso, ¿qué hacer? Siendo la recuperación de credibilidad en las autoridades un tema profundo de largo aliento lo inmediato sería identificar líderes de opinión de los diversos sectores que tengan credibilidad, para que se conviertan en voceros que “le presten credibilidad” a los gobernantes que no la tienen, hasta que eventualmente la recuperen. La población es muy sabia discriminando las mentiras de las verdades.