El pasado viernes el pleno del JNE entregó las credenciales a los congresistas electos. Entre sonrisas y apretones de manos con el presidente de la República, finalmente se volvió real. Son congresistas. Tienen poder. Tienen una responsabilidad tremenda. Y tienen menos de un año y miedo.

Sin embargo, antes de que nuestros nuevos y –supuestamente– mejorados representantes pisen el hemiciclo, ya tenemos síntomas de enredos. Martha Chávez, en un gesto político que nos hizo recordar la dinámica entre el Congreso y el Ejecutivo en los últimos años, se negó a tomarse la foto con el presidente. El pacto de gobernabilidad suscrito por 4 partidos ha sido tildado de ´repartija` por otros dos. El FREPAP aún es una incógnita. La principal propuesta de Unión por el Perú parece ser reinstaurar la pena de muerte a toda costa –a pesar de que dicen no confiar en el Poder Judicial–.

No sé qué esperar de los próximos meses. Pero yéndonos a un plano más hipotético, les pediría lo siguiente:

Primero: que velen –no por sus intereses particulares– sino por lo que ellos conciben como el interés público; el bien común. Tarea difícil en un entorno inherentemente político donde el trueque y el “¿en qué me beneficio yo?” es el Status quo.

Segundo: que trabajen en generar confianza para que haya inversión en todos los frentes, sobre todo minería e hidrocarburos, que son los grandes generadores de recursos vía la caja fiscal y el efecto multiplicador de sus inversiones. Eso haría que se genere empleo y riqueza– que es lo que los peruanos queremos y necesitamos–.

Finalmente, que culminen con reforma política que venimos arrastrando como una deuda desde el año pasado, además de revisar las medias emitidas por el Ejecutivo durante el interregno –muchas inconstitucionales, dicho sea de paso. ¿Será posible tanto pedir?

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