La “ENLA 2023″ (Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje) llevada a cabo por la Unidad de Medición de la Calidad Educativa del Ministerio de Educación ha pasado casi desapercibida y su difusión por los medios de comunicación, ha sido casi nula. Lo cierto es que los datos que arroja la evaluación dan cuenta del deterioro constante y sostenido en el nivel de aprendizaje de nuestros niños y jóvenes en edad escolar, desde el 2015 a la fecha; ello, a pesar de los grandes esfuerzos de sucesivos gobiernos por incrementar el presupuesto público de Educación, cada año. Dentro de los principales hallazgos de este documento, podemos destacar que los niños tienen mejores logros en matemática y las niñas en lectura; que los resultados en las escuelas privadas son mejores que los de las escuelas públicas; que los resultados en zona urbana son mejores a los de zonas rurales y que tenemos una deuda enorme con los niños de la selva cuyo rendimiento está muy por debajo de los de la costa y sierra.
Pero, la preocupación más grande no está contenida únicamente en el lamentable resultado de la educación pública, si no, en la evidencia de que ni los niños de los segmentos privados más ricos, alcanzan un nivel de logro de aprendizaje aceptable, pues encontramos que 40% en segundo grado no alcanzan las competencias de lectura esperadas, 82% no alcanzan las de matemáticas; que 65% de los jóvenes de segundo de secundaria no alcanzan las competencias satisfactorias en lectura y que 78% no alcanzan las competencias en matemáticas.
“A los niños hay que enseñarles a pensar, no qué pensar” decía la poeta norteamericana Margaret Mead. Entonces, si se comprueba que los niños y jóvenes de los sectores y segmentos económicos más altos, aquellos que no tienen brechas de infraestructura y no carecen de buen equipamiento o docentes de calidad, tienen este lamentable resultado las preguntas, probablemente, deban enfilarse hacia otro lado: ¿Que estamos enseñándoles a nuestros hijos? ¿Qué y cómo estamos evaluándolos? Es posible que la raíz del problema no se centre únicamente en la falta de recursos económicos, sino, en la desconexión absoluta de los docentes con un frondoso currículo nacional y una metodología didáctica memorística, individualista, alejada totalmente de los avances tecnológicos y de la modernidad.