Con la firma del Tratado de Paz y Amistad entre las Repúblicas de Chile y Perú, aprobado en Ancón, el 20 de octubre de 1883, se puso fin a las hostilidades entre ambos estados beligerantes, en el marco de lo que la historiografía ha denominado Guerra del Pacífico. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Perú y Chile, con la firma del Tratado de Ancón, trajo como consecuencia el doloroso desmembramiento de nuestra patria. El artículo II, del citado Tratado, sostenía que el Perú cedía a Chile perpetua e incondicionalmente el territorio de Tarapacá, y en el artículo III, que el territorio de las provincias de Tacna y Arica, continuarían en posesión de Chile sujeto a legislación de las autoridades chilenas por un periodo de diez años. Expirado el pazo, “un plebiscito decidirá en votación popular si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente bajo el dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano”. Como es sabido, la fórmula plebiscitaria no se cumplió, Chile violó impunemente el pacto e incumplió la disposición del Tratado, poseyendo de manera arbitraria los territorios de Tacna y Arica. Durante el cautiverio, Chile llevó adelante un proceso de chilenización, para ¡desarraigar de lo más hondo de la inteligencia y del corazón, el sentimiento patriótico peruano! En junio de 1929, mediante el Tratado de Lima, quedó resuelta la controversia originada por el artículo III del Tratado de Ancón: Tacna para el Perú y Arica para Chile. Y el 28 de agosto del mismo año, ¡Tacna retorna gloriosa e inconfundiblemente peruana a nuestro territorio!