Desde el 15 de enero, alrededor de las 3 p.m., el Mar Peruano en el norte sufre un desastre ecológico: 6,000 barriles, alrededor de 250,000 galones, más o menos un millón de litros de petróleo, se derramaron desde el buque italiano Mare Dorium cuando descargaba petróleo para la empresa Repsol.

Las primeras versiones atribuyendo responsabilidad a la gran erupción del Volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, a más de 10,000 kilómetros de distancia de nuestras costas, fueron desmentidas, pues el aumento del oleaje recién llegó a nuestras costas empezando la noche del sábado. Sino que lo diga la Asociación de Vela Oceánica del Perú, que suspendió una actividad deportiva por escaso viento y mucho menos oleaje anómalo.

La empresa responsable, Repsol, ha mentido en sus explicaciones: tres horas después del desastre informó que se había derramado siete galones de petróleo, menos de un barril, pretendiendo ocultar la magnitud del desastre y la negligencia con que viene actuando hasta hoy.

La empresa Repsol no ha sido capaz de asumir responsabilidades como tampoco ha llevado adelante la inmediata ejecución de mecanismos de remediación desde la mínima fuga de combustible, precisamente por ser altamente contaminante. Por el contrario, entrevistado su presidente en televisión nacional, continuó minimizando el desastre ecológico y los efectos de los metales esparcidos sobre la vida humana, la flora y la fauna marina.

Es hora de cambiar estándares para las empresas que trabajan con riesgo de daño ecológico. En los últimos 24 años hemos sufrido más de mil derrames de petróleo. Con este último, la fauna marina podría tardar, optimistamente, 10 años en recuperarse. Las cosas tienen que cambiar y es desde ahora. Sino, nuestra gran diversidad ambiental será destruida, no se asumirán responsabilidades y los únicos perdedores seremos los peruanos.