Hace pocos días el presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, estuvo en Huancayo y los periodistas le preguntaron sobre la bajísima aprobación de Dina Boluarte en las encuestas (3% según Datum). El premier respondió: “Yo les digo, la encuesta es esta, es un pueblo agradecido por las obras, no por las promesas, por las obras, estoy seguro que muchos estan contentos por haber traido esta gran obra a Huancayo (Parque Bicentenario) y allí están las encuestas”. Y señaló a los asistentes, los mismos que minutos antes lo habían pifeado cuando mencionó a la mandataria.
Negar lo evidente es un recurso a horario corrido de los ministros. Y eso no solo produce un divorcio con la población, lo peor es que se genera también un divorcio con la realidad. Me parece que están desempeñando otros papeles ajenos a sus funciones, como el de ayayeros y bufones por ejemplo. Ah, y sin límites.
Más allá de los argumentos de ocasión, resulta evidente que muchos de los actuales funcionarios del Gobierno han optado por desempeñar roles como propagandistas y aduladores que priorizan proteger sus privilegios antes que enfrentar los retos del país. Este comportamiento, que ya es una constante, refuerza la imagen de un Gobierno más preocupado por maquillar su gestión que por atender las necesidades de los peruanos.
Un Gobierno serio y eficaz no teme al escrutinio ni a la crítica, porque entiende que los errores son una oportunidad para reflexionar, rectificar y avanzar. El fracaso, si se enfrenta con humildad y autocrítica, puede convertirse en el cimiento para reconstruir la confianza ciudadana y llevar a cabo políticas que beneficien al país. Sin embargo, este no parece ser el camino elegido. La negación de la lógica y el apego a consignas propagandísticas están condenando al Ejecutivo a una continua pérdida de legitimidad.
Si la presidenta y sus ministros persisten en esta estrategia de negación y autocomplacencia, el rechazo ciudadano seguirá profundizándose. El 3% de aprobación no es solo una cifra, es un grito de advertencia. Continuar ignorándolo no hará que desaparezca; al contrario, hundirá aún más a este Gobierno en el abismo.