Las ideologías son religiones laicas, tienen sus dogmas, sus liturgias, sus apóstoles y csi siempre un falso profeta. Las ideologías son religiones falsas, heréticas si me apuran, porque prometen crear en la tierra un paraíso que solo puede ser ultraterrenal. El paraíso de las ideologías, tantas veces anunciado, nunca llega a construirse en la sociedad. Las ideologías se plasman en la triste realidad de la política, una política limitada y falible, como el propio ser humano. La perfección ideológica no existe y la ecuación política de variables controladas lo único que ha creado en la vida real ha sido miseria, explotación, desigualdad y enfrentamiento cainita.
Toda ideología tiene sus talibanes. El radicalismo ideológico es totalitario, pues toda ideología que se respete rechaza con firmeza posturas que contradicen sus dogmas apriorísticos. De la firmeza teórica a la violencia material hay tan solo un paso. Pienso, por ejemplo, en el marxismo ideológico y en su concepción revolucionaria que considera a la violencia como la partera de la historia. Semejante pensamiento político ha generado millones de muertes y persecuciones, gulag, hambre y populismo. En cada cripto-marxista hay un pequeño talibán pugnando por establecer un estado totalitario en el que todos piensen igual y eso es lo que pasa cuando los talibanes controlan el Estado.
El combate contra el talibán es la lucha entre la civilización y la barbarie. El radicalismo que pretende establecer un Estado tiránico suele disfrazarse de verdadera democracia. Lo hicieron los bolcheviques, los jacobinos, también el nazismo y el maoísmo genocida. Los talibanes de la ideología se estrellarán con la realidad. Mientras tanto, si no queremos una Presidencia imperial, urge organizar a los demócratas para resistir cualquier persecución ideológica disfrazada de justicia.