Si alguna revolución se ha producido en el país en los últimos años, en democracia, es la revolución verde de la agroexportación. Siguiendo el sueño de Fernando Belaunde de “teñir de verde el arenal”, el Estado hizo los grandes proyectos de irrigación: Chira-Piura, Tinajones, Chavimochic, Gallito Ciego, La Joya, Majes, Aguada Blanca, Condoroma.

Gracias al agua represada, al clima y la estacionalidad —sol todo el año—, a la confianza de peruanos que invirtieron en el desierto y lo transformaron; y a un Estado promotor de nuevos mercados con los Tratados de Libre Comercio, se pudo lograr esta proeza que admira a propios y extraños.

Hace veinte años el Perú solo tenía una mesa y cuatro sillas en las grandes ferias del mundo de las frutas y verduras. Hoy, luego de una política promotora de la agroexportación, es un país que impone respeto en el mundo; y que ha pasado de US$ 600 millones de exportación en el 2000 a casi US$ 7500 millones de dólares en la actualidad.

La agricultura es una apuesta de mediano y largo plazo. Cinco años atrás no producíamos arándanos, y hoy somos el primer productor del mundo con casi US$ 1000 millones de exportación. El 11% del PBI lo explican nuestras frutas y verduras de altísima calidad. Nuestra uva rinde 21 Tn/Ha, y en Chile solo 12 Tn/Ha. La palta rinde 11.5 Tn/Ha. en nuestro país, en México alcanza 10 Tn/Ha y en Chile 5 Tn/Ha.

Solo en frutas, exportamos casi 2 mil 500 millones de dólares. ¡Quién hubiera pensado que Piura tendría más uva sembrada que Ica! Y gracias al esfuerzo privado. Y a un Estado que logró tratados comerciales, dio incentivos para la inversión y una la Ley Agraria que debemos mejorar, sobre todo en el ámbito laboral y de protección social de los trabajadores del campo.

El agro es, hace varios años, el primer sector empleador del país con más de 4 millones de peruanos ejerciendo sus labores; hay una disminución considerable en la tasa de pobreza de los trabajadores (81.3% en 2004 - 30.3% en 2019) y podemos avanzar más.

La nueva ley agrícola debe seguir incorporando a pequeños agricultores a las cadenas de producción, como ha ocurrido con la asociatividad de 500 pequeños agricultores de banano orgánico en Tumbes y Piura. Logramos sembrar de verde el arenal. No volvamos al desierto desolado.

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