Los mayores de edad, hombres y mujeres, son tratados como si de seres prescindibles se tratara. Durante la pandemia han sido víctimas mortales en mayor proporción que cualquier otro grupo etario. La realidad es que son vulnerables no sólo en pandemia, pero no son atendidos como tales.

Hace pocos días una persona allegada, de 94 años, padeció una suerte de vía crucis. Aquejada de neumonía, no COVID-19, realizó todo un peregrinaje entre las 10 p.m. y las 3 de la madrugada del último viernes, sin lograr ser ingresada a Emergencias de tres clínicas, dos en el distrito de San Borja y una en Surco.

En la primera, no la aceptaron porque su política es no recibir pacientes de la tercera edad con neumonía, ¿tal vez porque altera sus índices de recuperación? En la segunda el argumento fue que no disponían de camas para atenderla. Me pregunto, ¿si tuviese contratado un seguro particular sí encontraba cama disponible?

En la tercera clínica, tras la evaluación médica y los análisis indicados, ratificaron la presencia de neumonía, indicando que debía ser internada pero tampoco tenían camas para ello. Tanta coincidencia ¿puede ser casualidad? Mientras tanto, la paciente continuaba su proceso infeccioso.

Retornando a su domicilio, esperaron que amanezca para bien llevarla a un Hospital de EsSalud o que los médicos de PADOMI la atendieran en el domicilio, tras solicitarlo insistentemente.

La atención en emergencias es obligatoria. Negar esta atención es inhumano y negársela a una persona de la tercera edad, descalifica ética y moralmente a los responsables de las clínicas.