Algunos insufribles hinchas de la selección de fútbol creen que la caída de Agustín Lozano, acusado de encabezar la presunta organización criminal Los Galácticos, es una traición al Perú previo al encuentro con Chile, sin inmutarse de lo que ocurre con cierta frecuencia con ese botín que parece llamarse la Federación Peruana de Fútbol (FPF).

Solo para recordarles que los últimos presidentes de la FPF fueron Nicolás Delfino, Manuel Burga, Edwin Oviedo y Agustín Lozano, cuyas gestiones al mando del ente rector de nuestro fútbol han sido enlodadas de manejos turbios con estilo de pájaros fruteros: desde la reventa de entradas hasta la manutención de equipos profesionales.

¿Por qué el fútbol, la pasión que une al país, siempre es materia de entuertos nacionales? Porque este deporte, pese a que es una actividad popular administrada por privados, involucra a diversos sectores, como la política, la empresa, el periodismo y la sociedad, cuyos actores, también con benevolencia desvergonzada, se han convertido en cómplices.

Salvo honrosas excepciones, muy pocas veces el periodismo deportivo se ha ocupado de investigar a la FPF, a razón de que se mueven muchos negocios entre ambos, como la publicidad, las coberturas, las entradas, los viajes, entre otros intereses particulares. Por eso es que todo está podrido, desde la dirección de dicha federación hasta quienes comen de su mano.

Las mafias en el fútbol existirán siempre y cuando la sociedad se lo permita. Los escándalos inician en las ligas distritales y departamentales, la segunda profesional y la liga de primera, cuyos directivos negocian hasta el arbitraje. ¿Y la FIFA? Bien, gracias, cacareando que nadie los puede intervenir, amenazantes con la desafiliación del país de toda competencia. ¿Y los hinchas? Igual, comprando entradas para inyectarle dinero a la FPF.