Entre los 140 caracteres que escribe la integrante de la Comisión Permanente del Congreso, Luciana León, en su presentación en twitter destaca esta frase: “Estoy para trabajar por cada uno de ustedes”. El desajuste entre este mensaje y la realidad linda con lo inconcebible, salvo que en la palabra “ustedes” solo estén incluidos su mamá, hermano, esposo y amistades cercanas.

Creo que este caso simplemente demuestra que no pocos políticos entran al Gobierno, al Congreso y a otros estamentos del Estado sabiendo que su verdadera función está en los negocios. Todo lo que hemos visto y escuchado sobre Luciana León es una ilustración reveladora sobre el creciente desencanto de la gente por la clase política. Un país de enormes riquezas, pero confiado a personas como la que representó a la nueva generación de apristas, simplemente se va al abismo.

Obviamente, el Congreso también ha sido nuevamente golpeado. Ahora un poco más y es un confraternidad de fariseos y mercenarios. Sin embargo, así sea una institución en eterna desgracia, es demasiado valioso para políticos como Luciana León, quien casi usó a la policía como un aplicativo para pedir comida.

La cantidad de cosas espantosas que hizo la señora León ha merecido el silencio del partido que representó: el Apra. El asunto es que el mutis y el olvido son dos reacciones, en este caso y otros parecidos, que están a punto de mandar al neolítico al partido de la estrella. A lo sumo, los apristas dirán que se investigue esa irregularidad, menudo aporte para un hecho condenable, es como si uno se lamentara porque un ladrón se vaya corriendo con tu cartera o billetera y solo quedara el reproche porque es más veloz que tú.

Lo peligroso es que tras la debacle de la clase política aparezcan radicales que logren acumular las esperanzas de cambio entre los peruanos más vulnerables y manden al carajo a la democracia. Todo gracias a Luciana León y tantos otros más.

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