Se dice que la Constitución es el alma del Estado, el poder que frena al poder. Hace pocos días, fui invitada al Foro “Modelo Económico Constitucional” en el Congreso de la República, en el que el expresidente del Congreso Constituyente Democrático de 1993, Jaime Yoshiyama y dos panelistas muy destacados, Diego Macera y Jaime de Althaus, nos regalaron un “viaje” a través del tiempo para conocer cómo se labró y qué logró la Constitución de 1993 hasta nuestros días.
En la recopilación de hechos importantes que se desplegaron, se destacó la situación económica precaria que nos heredó la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado, con una inflación galopante de cuatro dígitos, sin un centavo de reservas internacionales y con un índice de pobreza nacional mayor al 50%, en un escenario en el que las empresas públicas generaban pérdidas anuales mayores a 2,400 millones de dólares.
Los cambios inteligentes que se introdujeron en la Constitución de 1993 con respecto al régimen económico, permitieron consolidar la confianza y seguridad jurídica en nuestro país, la llegada de inversiones extranjeras, la irrestricta libertad de la iniciativa privada, el crecimiento de nuestra economía, la reducción de pobreza y el despegue de nuestro país que se ha caracterizado, desde entonces, por mantener una macroeconomía sólida, una de las más sólidas de la región.
Algunos aspectos fundamentales que se enmendaron con respecto a la anterior Constitución del 79 y que fueron introducidos en la Constitución de 1993, tuvieron que ver con la definitiva independencia del BCR, la definición del rol “subsidiario” del Estado, la garantía de la libre competencia, el combate de posiciones dominantes, la prohibición de monopolios, la apertura de inversiones (garantizándose igualdad de condiciones a la inversión nacional y extranjera) y la libertad de contratación (estableciéndose que ninguna ley o disposición de cualquier otra índole puede interferir o modificar los contratos libremente suscritos entre las partes). El capítulo económico de nuestra Constitución, a través de ocho potentes artículos, nos permitió el crecimiento anual más grande de América Latina. ¡Celebremos estos 30 años y que sean muchos más!