Cuando empecé mis columnas semanales hace 30 años en Expreso, éstas tenían una extensión de 750 palabras. Años después, cuando El Comercio publicaba mis columnas mi límite era 550 palabras y en Correo era de 370 palabras. Hace un par de años, Correo las redujo a 240 palabras. Estas reducciones respondían al estimado de tiempo que un lector de hoy dedica a una columna y el diseño gráfico del medio en función de su público.
Lo interesante del asunto va por la exigencia a los columnistas de decir lo esencial del concepto a comunicar cada vez con menos palabras, pero con más claridad y potencia comunicativa. Decir mucho con pocas palabras, y dejar pistas para que el propio lector imagine sus posturas frente al tema presentado.
Creo que ésta puede ser una buena analogía para la conveniencia de replantear el denso currículo nacional, para pasar por un proceso de destilación curricular del cual deben decantarse las grandes compresiones y “saberes” que pondrían a los alumnos y egresados escolares en condiciones de ser competentes para enfrentar los retos de la modernidad y el ejercicio pleno de su ciudadanía.
La tarea de los especialistas del Minedu es identificarlas y lograr que el currículo actual pueda presentarse, digamos, con 1/3 de la extensión y densidad actual. Esta podría ser una oportunidad para alentar a los colegios a hacer innovación, y compartirla con la comunidad educativa para beneficio de todos.
Sin duda surgirían diversas opciones, lo cual sería bueno para un campo como la educación que está en constante evolución, y en el que nadie aún conoce la única mejor opción.