El Puerto de Chancay y el denominado “Hub Chancay–Callao” se han llenado de expectativas positivas para la economía de la zona, la región y a nivel nacional; pero también de omisiones frente a limitaciones evidentes. Una reciente evaluación de la CAF confirma lo que algunos advertíamos: sin condiciones mínimas de conectividad, institucionalidad y gobernanza, ningún megaproyecto transforma una región. Persisten brechas claras: integración vial insuficiente entre Chancay, el Callao y Lima; vías saturadas y riesgos logísticos; conexiones deficientes hacia la sierra, la selva y el sur productivo; además de la especulación en terrenos sin servicios básicos que distorsiona la zona. Esta película ya la vimos.

En el Callao operan dos concesionarios portuarios de talla mundial, pero seguimos conviviendo con congestionamiento crónico, inseguridad y obras que avanzan a un ritmo incompatible con las necesidades del comercio exterior. La aspiración de convertirnos en un “Hub del Pacífico”, repetida desde nuestra incorporación al APEC en 1998, nunca fue acompañada por las inversiones que la harían viable. El BID estima una brecha logística de S/ 92,000 millones. Consecuencia: un comercio exterior peruano rezagado en competitividad logística y dueños de carga descontentos, con justa razón. La CAF ha planteado una hoja de ruta; pero el problema no es la falta de diagnósticos o recomendaciones de política, sino la acumulación de decisiones postergadas que afectan seriamente nuestro potencial. El Puerto de Chancay podría convertirse en una evidencia más de cómo grandes inversiones, sin obras complementarias ni gobernanza, no terminan cumpliendo las expectativas generadas.

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