El actual Congreso con todos sus defectos y las críticas que recibe, cuenta con la legitimidad necesaria para elegir a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional que deberán reemplazar a los seis que se encuentran en funciones pese a tener el mandato vencido desde 2019. Es una facultad del Poder Legislativo, tal como la tenía el anterior que fue cerrado por Martín Vizcarra porque desde el Poder Ejecutivo quiso modificar las reglas del proceso de selección.

En las pocas semanas que le queda de funciones, el Congreso actual se ha empeñado en insistir en la elección de los candidatos, a los que hemos venido conociendo a través de las entrevistas a las que han sido sometidos como parte del proceso de selección que debería llevar a renovar a seis de los siete miembros del máximo intérprete de la Constitución, una entidad fundamental de la democracia que el candidato Pedro Castillo ha ofrecido cerrar en caso de ganar las elecciones.

Lamentablemente, en la etapa de entrevistas se ha visto que, en líneas generales, no hay buenos candidatos para el TC, salvo dos o tres, por lo que habría que preguntar al Congreso cuál ha sido el criterio de selección que ha permitido tener a un grupo de 17 finalistas que en su mayoría no dan batalla y que con sus limitaciones podrían ser un verdadero lastre en una coyuntura como la actual, en que la institución tendrá que dar una dura pelea para evitar el cierre ofrecido y más pateaduras a la legalidad.

Se necesita un TC fuerte, con gente de peso y solvencia intelectual y profesional para ponerse al frente de los arrebatos comunistas y totalitarios que podrían sufrir el Perú y la democracia en caso gane el profesor Castillo, quien abiertamente ha ofrecido traerse abajo no solo a esta institución, sino también a la Defensoría del Pueblo y a otras, no sin antes imponer una asamblea constituyente de dudosa conformación y sin amparo en las leyes vigentes.

El actual proceso de selección es un peligro para el Perú. Salvo dos o tres postulantes, los demás parecen estar para cualquier cosa, menos para ser los guardianes de la democracia y la Constitución. Se entiende que a este Congreso no se le puede pedir mucho, pues su accionar ha sido patético. Pero es necesario advertir que su deficiente labor puede hacer que, a la larga, no haya quién le ponga el alto a Castillo y su jefe Vladimir Cerrón, que han sido claros en decir que quieren tirar el país al hoyo.

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