El mundo político existe en paralelo al mundo real. ¿A qué me refiero? En el mundo político están las novedades del Congreso y Ejecutivo, las tentativas de vacancia, el ajedrez de “las balas de plata”, las acusaciones contra Castillo, entre muchas otras cosas. Luego está el mundo real: los ciudadanos de a pie como usted o yo y los problemas que ocupan nuestras mentes.

El mundo político debería tener consecuencias directas en el mundo real, pero también pasa a veces que se desasocian. Nuestros políticos se zambullen en el poder y lo que significa mantenerlo. Se olvidan de gobernar y olvidan las cotidianeidades que flagelan a los peruanos.

Tampoco es mucho lo que pedimos… a la gente le preocupa la delincuencia que abunda. Los peruanos quieren poder llevar comida a su casa y trabajar en paz. Sin embargo, cuando los políticos están tan concentrados en luchas de poder, se esparce una sensación de anarquía. La delincuencia aparenta estar en todos lados y hay una percepción de que cada uno se debe valer por sí mismo, pues el Estado está ocupado en otros asuntos.

Nuestros políticos nos están fallando, no solo porque están enroscados en asuntos esencialmente políticos, sino porque han olvidado que su trabajo es -literalmente- trabajar para los peruanos. Hoy tenemos un gobierno acéfalo, que no nos da lo mínimo que un Estado tendría que proveer para sus ciudadanos: seguridad, justicia, salud y educación de calidad. Peor aún, no está redirigiendo esfuerzos para solucionar estos problemas, sino que mantiene un discurso demagógico sin realmente abordar lo que aflige a nuestro país. Nuestras instituciones cojean, intentando caminar, pero sin ningún rumbo.

Nuestros políticos claramente no dan la talla.