Es imposible no conmoverse con la situación de los venezolanos y no sentir la impotencia de no poder hacer algo para que Nicolás Maduro deje la presidencia en dicho país. Por eso, una buena mayoría de peruanos buscamos representación en nuestras autoridades, precisamente, en la mesa de la OEA. Y el canciller Javier González-Olaechea se tomó esa atribución para intentar presionar y cambiar

el presente. Aunque la OEA no es un foro político sino diplomático, se transformó en uno porque se necesita darle transparencia a los resultados de una elección procaz, poco elegante, aunque parezca una misión imposible ya alertada días antes por quien fue proclamado mandatario. Entonces, no quedaba otra que alzar la voz en representación de los peruanos que se identifican con los inmigrantes venezolanos. Tan político y social se vuelve un tema de otro país que, incluso, la masa laboral tiene una opinión firme sobre lo que pasaría si cae Maduro y compañía. “Se van del Perú”, me dice un taxista, quien cree que aquellos que se ganan la jornada en las calles tomarán sus cosas y retornarán a sus hogares. No creo que sea tan sencillo ese éxodo, pero ya hay una lógica en algunos peruanos. El reconocimiento de los Estados Unidos a Edmundo González como el nuevo mandatario venezolano es un gran paso para acabar con la pantomima que fue el resultado de la elección presidencial, una decisión política que la había asumido también nuestro país. Y aunque todo parezca una ilusión, es una buena señal que no haya indiferencia con Venezuela y sus hijos.