A raíz del día del periodista vale la pena reflexionar sobre la importancia de buscar la verdad como base de este oficio. La propia noción de verdad tendría que estar unida de manera indisoluble con la profesión del periodismo (se profesa una fe, se profesa una verdad) pero lo cierto es que en este mundo absurdamente relativista la mentira, la interpretación, la pseudo-verdad y el ataque vengativo revestido de verdad se convierten en la noticia que debe propalarse. Así nos venden gato por liebre.
Algunos pueden llamar periodismo a esto, a la venganza, a la mentira artera, al ataque personal, a la distorsión de la circunstancia, pero con el tiempo, tarde o temprano, queda claro que la propaganda sectaria no es periodismo, ni mucho menos información. La información debe estar anclada en la verdad, porque la información falseada o troceada es esencialmente nociva ya que no refleja el ser de las cosas. Recuerdo haberme topado en una librería limeña con un opúsculo publicado a varias manos por pseudo-periodistas que a todas luces pertenecen a una facción del espectro ideológico, aunque vayan por allí mostrando el falso carnet de la independencia. En su escrito, reflexionaban sobre el oficio y, como es natural, filosofaban sobre la piedra angular de la verdad. La conclusión a la que llegaban es que la verdad es relativa, que depende del cristal con que se mire, es decir, que cada uno tiene “su verdad”.
Si esto es lo que piensan los santones del periodismo nacional, el oficio de periodista corre un serio peligro. Sin la verdad, la profesión carece de sentido. Buscar la verdad y sustentarla en función a las pruebas y la circunstancia es esencial para alcanzar un nivel mínimo de información. Porque en el periodismo, como en la vida misma, salvo la verdad, todo es ilusión.