La situación de violencia que se vive en Trujillo es responsabilidad de los sucesivos gobiernos nacionales que desde los primeros años del presente siglo han preferido mirar a otro lado y esconder la basura debajo de la alfombra, antes de ponerse los pantalones para hacer frente a la ola de extorsiones que derivó en asesinatos cometidos por sicarios casi a diario, y que ha llegado a su cúspide hace dos días con un atentado dinamitero contra la sede del Ministerio Público en la capital liberteña.

Parece que la única “estrategia” que se ha visto a partir del año 2007 fue la formación, jamás probada en última instancia, de un “escuadrón de la muerte” a cargo del coronel PNP Elidio Espinoza, quien antes de morir de COVID-19 llegó a ser alcalde provincial de Trujillo, cargo en el que fue elegido al estar rodeado de la fama de “justiciero” que se ganó en esos años en que la población solo quería ver muertos a los extorsionadores y asesinos que como hoy, eran liberados por jueces y fiscales en pocas horas.

Pero más allá de la nula voluntad de Lima por encontrar soluciones a la ascendente ola de violencia que golpea a Trujillo, los habitantes de ciudad solo han contribuido al problema al votar una y otra vez por César Acuña, su decadente partido, sus parientes y sus ahijados, que en casi 20 años en cargos que van desde el gobierno regional, las diferentes municipalidades y el Congreso, no han hecho nada por disminuir la violencia ya no solo en la capital liberteña, sino también en la sierra donde hoy campea la minería ilegal.

Para colmo, el último alcalde provincial de Trujillo, Arturo Fernández, elegido por Somos Perú, fue un payaso que apenas cumplió un año de “gestión” ya había sido vacado y enviado a prisión, por lo que ahora anda en la clandestinidad mientras la ciudad se encuentra casi a la deriva. ¿Votando por los Acuña y por un impresentable que se hizo “famoso” por poner un huaco erótico gigante en el distrito de Moche para llamar la atención, creen que van a ayudar a frenar las extorsiones y el sicariato? Ya pues.

Trujillo y la región La Libertad se han convertido en un foco de violencia como lo fue Ayacucho a inicios de los años 80 y más tarde la zona del VRAEM. Si no se toman medidas excepcionales, más allá de hacer formar a militares y policías en la Plaza de Armas, prolongar inservibles estados de emergencia a pedido de Acuña, cambiar agentes de inteligencia y comprar más patrulleros, la cosa puede ponerse más crítica y más vidas se van a perder.