En nuestro editorial de ayer destacábamos que la prevención era una tarea pendiente en los sucesivos gobiernos y en varios anteriores recalcábamos que estamos ante una gestión reactiva, que solo actúa una vez que ha ocurrido el hecho que se había advertido o, lo que es peor, sucede cada año como lo es la temporada de lluvias y lo que ella acarrea para el país.
Hoy vamos a tratar acerca de la tan arraigada costumbre de echarle la culpa al otro cada que ocurre una desgracia como la caída del puente Chanchay que, al cierre de esta edición, había dejado dos muertos y, al menos, 41 heridos.
Han pasado horas del accidente y lo único que vimos fue ofertas de mejorar la transitabilidad o llamados patéticos “a no politizar la desgracia”, como el del ministro de Transportes, Raúl Pérez Reyes, a una persona que le reclamaba que se permita que los vehículos sigan avanzando pese a que la vía estaba cerrada, pero nadie asumía la culpa por la falta de labores de prevención.
El alcalde de Aucallama, Edwin Valdivia, culpa a la Autoridad Nacional del Agua (ANA) y esta, a través de su presidente, a la concesionaria Norvial. Así, nadie tiene responsabilidad en la muerte de dos peruanos.
A eso le sumamos legisladores que publican en redes sociales airados llamamientos pero claudican de su control político. Creen que con un mensaje en X ya han solucionado todo. Interpelen y censuren ¿o es que acaso son cómplices?