A las 3:23 pm del 31 de mayo de 1970, el Perú vivió uno de los peores desastres naturales de su historia reciente. Un sismo de magnitud 7.9, cuyo epicentro estuvo a unos 45 km de las costas Chimbote, dejó -según algunos cálculos- un saldo de cerca de 80 mil fallecidos y escenas de desolación que dieron la vuelta al mundo.
La situación fue especialmente dolorosa en el Callejón de Huaylas, sobre todo en Yungay, que se transformó en el símbolo de la tragedia. Un desprendimiento de hielo de la Cordillera Blanca provocó un alud que convirtió el lugar en un gigantesco cementerio. Solo unas cuantas decenas de habitantes lograron salvarse. El resto fue sepultado por el lodo.Otras localidades ancashinas como Huaraz, Casma o el propio Chimbote sufrieron asimismo los estragos del movimiento telúrico, que también se dejó sentir con mucha fuerza en Lima.
A medio siglo de este desastre, conviene recordar que el Perú no está libre de repetir una experiencia igual o más devastadora.
Más de tres millones de personas quedaron afectadas. La mayoría de pueblos sufrió colapso de estructuras.
La ciudad de Huaraz tampoco se salvó de la destrucción. Casi el 90% se vino abajo esa tarde.