Cinco historias que confirman la vital e innata aptitud de la mujer peruana para desempeñar dos importantes roles y enfrentar los desafíos para sacar adelante a su familia.
Cinco historias que confirman la vital e innata aptitud de la mujer peruana para desempeñar dos importantes roles y enfrentar los desafíos para sacar adelante a su familia.

“Él me preguntaba por qué yo no pateaba el balón”

Gaby Oncoy Villafuerte, arbitro FIFA de fútbol

Arbitra en las canchas del fútbol desde el 2013, pero desde el 2022 dirige los encuentros con la acreditación FIFA. Gaby Oncoy tiene 30 años y ha recorrido las canchas para dirigir en torneos de menores, femeninos, ligas distritales, de reserva y actualmente en la Liga 1. Su pequeño de 5 años siempre la observa en los partidos y al comienzo le preguntaba “por qué no patea también el balón” como los demás jugadores. No tardó mucho tiempo en entenderlo.

Uno de los choques más disputados que le tocó arbitrar fue el Cristal-Alianza femenino, donde asegura siempre hay permanentes roces por el ímpetu que muestran las chicas a la hora de disputar el balón.

“Una vez amonesté a Maryory Sánchez, la arquera de Alianza Lima. Le saqué una tarjeta amarilla. Para cuidarla, su entrenador la cambió, pero ella protestó por una jugada y le tuve que sacar la roja en banca. Es que los partidos se viven intensamente dentro y fuera de la cancha”, resaltó Oncoy.

“Los llevaba en sus cunas moisés en la parte posterior del auto”

Comandante PNP Edith Espejo Puma, jefa de tránsito Callao

Edith tiene 24 años de servicio en la institución policial, actualmente es jefa de la Unidad de Control de Tránsito y Seguridad Vial del Callao. Su vida cambió cuando trajo al mundo una parejita de mellizos que hoy andan por los 17 años.

Recuerda que cuando tenían 5 meses de nacido, ella debía realizar sus rondas nocturnas en la ciudad de Abancay, como parte de su labor de verificación de las unidades policiales. Una labor que cumplía entre las 8 de la noche y las 5 de la mañana del siguiente día.

En ese dilema, entre el trabajo y sus pequeños, fue que decidió llevarlos en dos cunas moisés en el asiento posterior. De esa forma no les despegaría el ojo.

“En el transcurrir de mi carrera trabajé también en el penal de Lurigancho. Una chica solo me los podía cuidar en casa hasta las 4 de la tarde, así que me los traía al penal, se quedaban a dormir conmigo, dos días seguidos, 48x48. Todo un reto”, dijo la oficial.

“Yo quería seguir volando, pero pensé en mi pequeña”

Teniente FAP María Génesis Díaz Chavarría, piloto FAP

María trabaja como piloto de transportes en el Grupo Aéreo N°42 en Iquitos realizando vuelos de acciones cívicas a través de plataformas itinerantes que llevan a los pobladores más alejados del país los servicios básicos de salud y educación.

Cuenta que cuando tenía nueve meses de gestación su deseo por subirse a un helicóptero era tan fuerte como el placer de llevar adelante su maternidad.

“Yo quería seguir volando, pero las regulaciones y normas no me lo permitían por mi condición de gravidez, yo insistía, tenía muchas ganas. Hay veces que al estado de embarazo lo vinculan con una enfermedad, pero no es así. Hasta que empecé a sentir que mi bebé se movía y entonces pensé más en la seguridad de mi pequeña”, manifestó. Resignada, pero con la emoción posparto, dejó entonces de volar durante 11 meses.

“Por cuidarlos, algunos aprovechaban y se iban sin pagar”

Zoraida Dilas Tomay, vendedora de emoliente

Zoraida se dedica al negocio de la venta de emoliente desde que tenía 15 años. Cumpliendo todas las normas de salubridad que exige la comuna, hoy brinda diariamente servicio a los madrugadores que desde las 6 de la mañana la esperan en la esquina de Benavides con Panamá, en el distrito de Miraflores.

Ella ha sido protagonista de mil historias durante su faena diaria, y ha visto pasar mucha gente frente a su carrito emolientero. Tiene tres hijos de 18, 15 y 12 años, los que casi siempre la acompañan en su trabajo.

“Antes yo trabajaba con mis hijos, los tenía que llevar cuando trabaja en San Martín de Porres y eran pequeños. Pero usted sabe, nunca falta un vivo; entonces, por el afán de cuidarlos, mirando a un lado y al otro para que no crucen la pista, algunos aprovechaban y se iban sin pagar”, señaló con buen humor doña Zoraida.

“Cruce los dedos para que me acercara al colegio”

Patricia Sánchez, conductora de taxi por aplicativo

Vive en el distrito limeño de Jesús María y comparte su trabajo con el apoyo en las tareas de su hijo, quien cursa los estudios primarios. Desde hace tres años, Patricia labora como conductora en la empresa de servicio de taxi por aplicativo Didi.

Un día iba conduciendo por una zona alejada de Lima, cuando de pronto cayó en la cuenta de que ya era hora de recoger a su hijo del colegio. “En ese momento estaba muy lejos, pero crucé los dedos para que me toque un servicio que me acercara al centro escolar”, recordó Patricia.

Para su suerte, la persona que le solicitó el servicio le pidió trasladarlo al distrito que ella esperaba. Grande fue su sorpresa cuando al chequear el Google Maps se percató de que su destino estaba a la espalda del colegio. “Felizmente llegué a tiempo y esperé la hora de la salida para que mi hijo me viera puntual”, contó la experimentada conductora.

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