Pese a que el 10 de marzo dos huaicos golpearon a decenas de vecinos y un mes después varias casas han quedado inhabitables, pobladores siguen expuestos a nuevos deslizamientos ante inminente llegada de El Niño e innacción de autoridades que en más de 30 días tampoco han sido capaces de orientar a los moradores. (Foto: Johnny Aurazo)
Pese a que el 10 de marzo dos huaicos golpearon a decenas de vecinos y un mes después varias casas han quedado inhabitables, pobladores siguen expuestos a nuevos deslizamientos ante inminente llegada de El Niño e innacción de autoridades que en más de 30 días tampoco han sido capaces de orientar a los moradores. (Foto: Johnny Aurazo)

Treinta y tres días después de los dos huaicos que dejaron literalmente sepultada su casa, Gorita Paucar solo vive con temor, asustada de que vuelva a llover y el lodo le arrebate lo poco que pudo rescatar aquella noche del 10 de marzo.

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“Tengo mucho miedo, señor. Si viene otra lluvia, creo que mi casita se termina de caer”, cuenta la mujer.

La casa de Gorita está ubicada en el sector 3 de Wichanzao, en el distrito de La Esperanza, a escasos metros de una zona conocida como ‘El Hueco’. Aquel viernes 10, los dos huaicos que cayeron del cerro Cabras golpearon con tanta fuerza su vivienda, que una pared se desplomó, la puerta de fierro se abrió violentamente y el lodo ingresó para arrasar con todo.

“Vivo 13 años aquí y nunca me había pasado esto”, lamenta.

Vulnerables

El sector 3 de Wichanzao es uno de los más afectados por las lluvias y huaicos que cayeron un mes atrás en Trujillo. Solo entre las manzanas 23 y 30, se calcula que unas 25 casas han quedado, por ahora, inhabitables.

Es el caso de María Chávez: el 80% del inmueble que alquila en una esquina se desplomó y ahora debe vivir arrinconada en menos de 30 m2. “No tengo nada”, asevera.

En estos poco más de 30 días de trabajos en el sector 3, se estima que se han retirado 25 mil m3 de lodo y barro. Ya hay luz y también se ha restablecido el servicio de agua potable en las viviendas cuyo sistema no fue dañado por ambos deslizamientos. Los vecinos sienten que hay un avance, pero como en el caso de Gorita Paucar, tienen miedo que vuelva a llover y del cerro Cabras caiga nuevamente un huaico.

Hay todavía mucho por hacer en este sector de La Esperanza. (Foto: Johnny Aurazo)
Hay todavía mucho por hacer en este sector de La Esperanza. (Foto: Johnny Aurazo)

“Lo que aquí no se ha hecho es trabajo de prevención. Las viviendas otra vez están expuestas a un nuevo huaico. De llover intensamente como aquel día, va a crecer nuevamente la quebrada y el agua se va a volver a empozar aquí, pues no tiene salida”, comenta Hernán Flores, periodista de larga trayectoria cuya casa también quedó literalmente sepultada en la primera quincena de marzo.

Flores Rodríguez recuerda que en El Niño costero de 2017, el huaico no llegó a su zona porque con sacos de arena que colocaron metros arriba lograron desviar el cauce.

“Esta vez nos cogió de sorpresa y vemos ahora los resultados”, sostiene.

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Maidine Espejo es otra vecina del sector 3 de Wichanzao. Su casa, de adobe, tampoco resistió a los dos huaicos y debió dejarla. Ahora vive con su suegra en el sector Las Palmeras, pero de lunes a viernes debe pasar por el lugar porque su hijo de 3 años estudia cerca.

“No hay sacos ni nada que proteja a los vecinos. La última vez que vi a un trabajador del municipio [de La Esperanza] por aquí fue hace dos semanas, cuando llegó una arquitecta que nos dio una carpa, cuatro camas y cuatro colchones. De ahí no la volvimos a ver”, afirma.

El lodo superó el 1.70 metros de altura. (Foto: Johnny Aurazo)
El lodo superó el 1.70 metros de altura. (Foto: Johnny Aurazo)

La joven madre de familia admite que no sabría por dónde ir si ocurriese un nuevo huaico, pues ninguna autoridad esperancina ni funcionario de Indeci han llegado al lugar para diseñar y enseñarle una ruta de evacuación. “Imagínese si me coge la lluvia o el huaico con mi hijo”, dice.

Karín Santos debió ser rescatada por dos bomberos junto con su madre el día de los dos huaicos en Wichanzao. El lodo en su casa alcanzó 1.80 metros de altura y con sus cuatro hijos también debió mudarse al puesto que tiene en el mercado de la zona. Sin embargo, un reciente incendio acaba de quitarle lo poco que le quedaba. “Necesitamos ayuda”, clama.

Entre los sectores 2 y 3 de Wichanzao, se calcula que unas 500 familias están expuestas a un nuevo deslizamiento de agua y tierra desde el cerro Cabras. “Hoy estamos más vulnerables que nunca”, afirma Gorita Paucar.

Esta casa se desplomó en gran parte. (Foto: Johnny Aurazo)
Esta casa se desplomó en gran parte. (Foto: Johnny Aurazo)

Ante este escenario, Hernán Flores sostiene que los vecinos vienen planteando hasta tres alternativas para evitar que la zona vuelva a inundarse.

“Una es que el municipio expropie o compre algunas viviendas de esta parte baja para permitir que el agua salga por aquí a través de un desfogue, otra es hacer un desvío en la parte alta y una tercera, encauzar el agua hacia la quebrada de León por arriba. Son tres propuestas que se han hecho a las autoridades y puedan ser discutidas también con técnicos”, indica.

El hombre de prensa estima que para limpiar el sector 3 de Wichanzao el Estado ha gastado más de S/ 2 millones. Sin embargo, añade que de ser omitidas sus propuestas o de no hacerse ningún trabajo de prevención, la población seguirá expuesta y se tendrá que volver a gastar más dinero para recuperar la zona en caso vuelvan a inundarse, además de haber el riesgo de que alguien pierda la vida.

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Ausente

Este Diario intentó conocer la versión del alcalde distrital de La Esperanza, Wilmer Sánchez Ruiz, pero en el municipio informaron que no se encontraba.

En Wichanzao, los vecinos exigen su presencia y de acuerdo con las versiones de algunos pobladores, su apoyo ha sido escaso y no ha sido visto por las zonas afectadas.

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