El Herpes Zóster, conocido por muchos como “culebrilla”, es una enfermedad que puede tener consecuencias devastadoras. Sus complicaciones van desde encefalitis (inflamación cerebral) hasta accidentes cerebrovasculares e infartos de miocardio. Esta infección es causada por la reactivación del virus varicela-zóster y se presenta como una erupción cutánea con ampollas llenas de líquido, acompañada de dolor, ardor y quemazón, característicos del dolor neuropático.
“El riesgo de sufrir Herpes Zóster es mucho más común de lo que se piensa. Se estima que el 95% de los adultos mayores de 50 años tienen el virus de la varicela-zóster latente en su cuerpo. La enfermedad se manifiesta con lesiones vesiculares dolorosas que suelen aparecer en una franja de ampollas, afectando comúnmente un solo lado del cuerpo. El dolor puede ser más intenso que el de un parto y, en algunos casos, persistir por meses o incluso años después de que las lesiones cutáneas hayan desaparecido, debido al daño que el virus produce en los nervios”, explica el Dr. David Iglesias, especialista en Enfermedades Infecciosas y Tropicales y Medical Head de Vacunas Adulto en GSK para Chile, Ecuador y Perú.
El impacto del dolor neuropático
Una de las características más preocupantes del Herpes Zóster es su capacidad para generar un dolor neuropático intenso que no responde a los analgésicos comunes. Las personas afectadas pueden experimentar:
- Dificultades para dormir.
- Limitaciones en sus actividades diarias.
- Impactos negativos en su vida social y laboral.
Factores de riesgo
La reactivación del virus varicela-zóster está estrechamente ligada a una disminución en las defensas del sistema inmunológico. Entre los factores más comunes que pueden desencadenarla se encuentran:
- Envejecimiento natural del organismo.
- Estrés prolongado.
- Enfermedades crónicas.
- Tratamientos médicos con medicamentos inmunosupresores.
Aunque los brotes de Herpes Zóster no son directamente contagiosos, el virus puede transmitirse a personas no inmunizadas si tienen contacto con el líquido de las ampollas. El riesgo de transmisión es bajo si las lesiones están cubiertas adecuadamente y es inexistente una vez que las ampollas forman costras.
Prevención: clave para evitar complicaciones
El Dr. Iglesias destaca la importancia de la prevención: “Consultar con un médico sobre la prevención del Herpes Zóster y recibir tratamiento oportuno si aparecen síntomas es esencial. Estas medidas ayudan a evitar el desarrollo de la enfermedad y reducen significativamente el riesgo de complicaciones severas. Esto es especialmente importante para los adultos mayores de 50 años y personas con sistemas inmunológicos debilitados”.
Adoptar un enfoque proactivo frente al Herpes Zóster es vital para minimizar el impacto de esta enfermedad y mejorar la calidad de vida de quienes están en riesgo.
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