¿De qué le sirve la inteligencia analítica (la que se pone en juego en las clases teóricas y exámenes escolares) para resolver asuntos de la vida doméstica? Temas como reparar las conexiones de los cables o una bicicleta trabada, apilar cosas eficientemente cuando se amontonan, organizar el horario y quehaceres del hogar en situaciones de cuarentena, anticipar usos para la vestimenta o mobiliario antes de comprarlos, etc.
El psicólogo Robert J. Sternberg en 1985 desarrolló la teoría de una inteligencia que toma en cuenta el uso o aplicaciones que se hace en los contextos reales y la denominó inteligencia práctica, como aquella que es capaz de aplicar, usar e implementar lo que uno sabe para adaptarse al entorno haciendo las modificaciones que permiten resolver problemas y sobrevivir.
El aislamiento físico ha creado las condiciones para apelar a las inteligencias práctica y creativa para ordenar la vida familiar y el uso del espacio disponible, organizar rutinas eficientes, reparar los problemas domésticos, hacer buen uso de los recursos para cubrir las necesidades y hacer una vida funcional. Esta inteligencia práctica debería cultivarse más continuamente desde la vida escolar, con una serie de tareas y actividades con las características mencionadas que muchas veces quedan opacadas o incluso ausentes frente a los apremios por cultivar la inteligencia analítica que aún domina la mayor parte de la vida escolar.
En la era del coronavirus, conviene prestar atención a esta dimensión de la inteligencia que les será útil a los estudiantes para toda la vida.