Con NO AMARÁS SOBRE TODAS LAS COSAS, Luis Alejandro García consolida el manejo de un estilo propio en el que el diálogo no es un simple accesorio de la historia, sino más bien se inmiscuye en todo el entramado narrativo.
Con NO AMARÁS SOBRE TODAS LAS COSAS, Luis Alejandro García consolida el manejo de un estilo propio en el que el diálogo no es un simple accesorio de la historia, sino más bien se inmiscuye en todo el entramado narrativo.

En una de sus magistrales crónicas, Clarice Lispector manifestó categóricamente que “un estilo, incluso el propio, es un obstáculo que debe ser superado”. Esta sentencia, indudablemente, pone en tela de juicio muchos de los consejos sobre el arte de escribir ficción, sobre todo, cuando una de las recomendaciones recibidas por los nóveles escritores es la de encontrar un estilo propio. La sentencia dada por la escritora brasileña me permite replantear algunas valoraciones sobre el texto literario, así como reafirmar otras; esto último me sucede, por ejemplo, con el escritor trujillano , a propósito de su nuevo libro NO AMARÁS SOBRE TODAS LAS COSAS. Con este conjunto de cuentos Luis Alejandro García evidencia un crecimiento significativo en su narrativa, pues consolida el manejo de un estilo propio en el que el diálogo no es un simple accesorio de la historia, sino más bien se inmiscuye en todo el entramado narrativo.

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En su primer libro de cuentos, Siempre fuimos huérfanos, el uso de los diálogos prolongados y las dinámicas conversacionales entre narrador y los personajes ya eran una constante en la narrativa de Luis Alejandro García; sin embargo, recién ahora con NO AMARÁS SOBRE TODAS LAS COSAS estos recursos de escritura consolidan una propuesta estilística que aborda las problemáticas más sensibles de nuestra sociedad. A diferencia del primer libro, en el que la historia sobrepasaba a la escritura, en este segundo texto tanto la escritura como los diferentes ejes temáticos abordados hayan un estado de perfecta comunión. En el cuento No podía volar, por ejemplo, se relata un caso de feminicidio que tiene como referencia un hecho sucedido en nuestro país: el asesinato de una mujer quemada en un bus. Este lamentable hecho nos permite reflexionar sobre cómo desde la ficción narrativa se puede abordar un acontecimiento tan cruel. En el relato conviven cuatro niveles de narración que, sin encontrarse temporalmente, revelan cómo la maldad humana puede tener sus orígenes en una etapa tan noble como la infancia.

La tragedia de los protagonistas

En NO AMARÁS SOBRE TODAS LAS COSAS, Luis Alejandro García presenta siete historias marcadas por la tragedia de sus personajes. En el relato El hombre duplicado, la tragedia del protagonista no es la enfermedad que padece; su calvario reside más bien en la doble vida que la sociedad le obliga a llevar. No es una obligación a modo de condena; por el contrario, pienso que en el ejercicio de su libertad este drag queen ha elegido llevar un disfraz por la noche y otro durante el día. La tragedia persigue a los pobres ancianos del cuento No diga eso, buen hombre; ellos son conscientes de que en la vejez ciertos temas impensados en la juventud ahora los alcanza. Ya viejos, ambos esposos juntan sus ahorros para realizar la compra de una tumba que con el tiempo se convertirá en su última morada; no obstante, ni en el final de la vida las cosas salen como uno las planea. En el cuento Comer. Amar. Orar, la tragedia también persigue a una familia que hace de la gula y el fanatismo religioso una experiencia eternamente cotidiana; “te damos gracias por los alimentos, por cuidarnos y protegernos, por el trabajo, por todo, padre amado”. El exceso de comida en el texto acentúa la imagen grotesca que se tiene de cada uno de los protagonistas; en este relato la comida y el pecado conviven placenteramente.

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Propuesta narrativa política

Una mención aparte merece el cuento que da nombre al libro: No amarás sobre todas las cosas. Este relato es el más ambicioso del cuentario, pues Luis Alejandro García no solo trabaja sus motivaciones estéticas literarias, sino también ideológicas. En el relato se presenta claramente un contexto de violencia hacia la mujer y las reacciones radicales que este tipo de comportamiento genera. Considero que Luis Alejandro García no pretende realizar una denuncia social a través de su narrativa, lo cual pondría a la literatura en un segundo plano; lo que sí pienso es que la violencia contra la mujer es una de las mayores preocupaciones en la génesis de sus hasta ahora dos libros.

En otra de sus magníficas crónicas, Clarice Lispector señalaba que “escribir es una maldición, pero una maldición que salva (…) salva el alma presa, salva a la persona que se siente inútil”. Desde mi perspectiva, Luis Alejandro García también ha encontrado en la escritura literaria una forma de salvación; sin embargo, ha tenido que sacrificar a sus personajes y los ha condenado a estar casi vivos; a sufrir la fatídica envidia que el ser humano siente cuando está frente al árbol y la piedra dura de Darío.

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