La edición de 1992 de ITINERARIO DEL ALADO SIN CIELO muestra en su portada un óleo de Rafael Lizarzaburu. Desde mi perspectiva, la imagen no posee una forma convencionalmente definida; más bien, percibo un conjunto de trazos amorfos que remiten al caos y a lo extraño. Hay un centro que podría interpretarse de muchas formas, sobre todo, si se piensa en las posibilidades de lo incierto. En la edición del 2024 la portada de este mismo poemario es muy distinta; se nota claramente una fotografía que captura el sueño de un sujeto con rasgos de marginalidad. La foto es de Oscar Alarcón y en su estatismo hay toda una narrativa que se desenvuelve ante los ojos del público lector. En ambas portadas está la ciudad como aquel espacio en el que el sujeto lírico creado por David Novoa busca refugio y amparo; en la primera edición de 1992 la ciudad de Trujillo se esconde en medio del óleo y sus trazos inciertos; en la edición del 2024 —en cambio— Trujillo busca mostrase en las imágenes fotográficas que capturan lo cotidiano. Hoy, 32 años después, el sujeto lírico creado por Novoa retoma su viaje por las calles de un Trujillo que, siendo tan distinto al añejo, ofrece las mismas posibilidades de redención y de condena.
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ITINERARIO DEL ALADO SIN CIELO es el poemario que le permitió a David Novoa ganar el prestigioso premio Poeta Joven del Perú en 1990. El libro está conformado por 20 textos líricos que se leen de forma independiente, pero que —como señala Joe Guzmán— dan la sensación de que se trata de uno solo, pues hay un solo sujeto lírico que elabora una radiografía metafísica de la ciudad con sus peculiares personajes. En este sentido, es inevitable pensar en el sujeto poético alado que recorre las calles trujillanas y siente cómo esta —en cada paso y en cada verso— le hace recordar su condición de mortal extranjero; “dos zapatos y un parque para caminar estas tristezas / el viento claro de las cinco y media”.
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El devenir de la ciudad
Al comenzar con la lectura del poemario de Novoa, el lector se sitúa junto al sujeto lírico que se arroja (o es arrojado) al mundo de lo despoblado e inerte. Al inicio el asombro y el desconcierto parecen disiparse cuando el camino revela certezas (“veo rostros navegando entre otros rostros / miles apretados agolpados superpuestos”); sin embargo, al final se impone la duda que con los años configura nuestra soledad; “dudo si estoy solo y mi duda es soledad / tarde o temprano será tarde para mí”. En los versos de David Novoa percibo que la ciudad ya no es solo el hábitat que alberga a los sujetos de la marginalidad, es también la construcción que, en el imaginario colectivo, discurre en medio de las inseguridades que el sujeto metafísico va mostrando; “yo debo ser ese hombre que se aleja murmurando / yo soy ese que no es nadie que está allá solo (…) mil millones de bocas hablan en el mundo, ninguna conmigo”. El método confesional que aquí se evidencia revela una duda inicial sobre un estado de aparente soledad que luego queda confirmada cuando se declara que “ninguna de las millones de bocas hablan con él”.
Los objetos y los fenómenos que acontecen en la ciudad son determinantes para entender el estado emocional afectivo por el que transita el sujeto lírico (“hileras de ventanas como inquisidores ojos nos acechan / uno mismo es la rutina de lo que uno huye”); sin embargo, lo significativo de la propuesta estética de Novoa es que en ningún momento su voz declina ante las inclemencias sufridas; por el contrario, se conserva una voz que, en medio del asombro y el desconcierto, busca ejercer su libertad; “y pregunto si tras los ojos de la gente que me mira / habrán seres como yo que se preguntan si tras / mis ojos que los ven habrán seres como ellos”. La posibilidad de mirar y reflexionar a partir de lo visto es un grito de libertad y existencia; el poder ver y cuestionarse evidencia claramente la lucha del sujeto lírico por no ceder frente a la influencia que las cosas externas ejercen sobre él.
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Una vieja, conocida e incierta ciudad
ITINERARIO DEL ALADO SIN CIELO representa el transitar poético que David Novoa ha realizado en su vida. Su caminar por las calles trujillanas y las reflexiones que emanan en cada paso es el ejercicio estético que le permite afrontar las inclemencias de una ciudad que con los años parece la misma, pero que al mismo tiempo ofrece nuevas versiones. La ciudad ha cambiado, el poeta ha cambiado, los lectores hemos cambiado; es más, las ediciones del poemario ya no son las mismas; sin embargo, hay cosas que con los años y las nuevas lecturas siguen siendo las mismas.
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