El autor Marcelo Pestarino, quien radica en Perú desde hace seis años, nos brinda detalles acerca de cómo fue el proceso de redactar su novela ‘Pasan cosas’, la cual fue reeditada en 2022.
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El libro cuenta la historia de Antonio Ivrea, un joven que descubre su amor por la filosofía y que, tras convertirse en profesor, hace una importante investigación acerca de la inmortalidad del alma, lo que lo llevará a cuestionar sus creencias.
¿Cuál fue la inspiración detrás de ‘Pasan Cosas’? ¿Hubo alguna experiencia personal o eventos específicos que influyeron en la creación del libro?
Fueron una sucesión de experiencias. Por lo pronto, diría que el amor por la filosofía que tuve de chico cuando era joven, tenía 17 años, empecé a leer filosofía y me entusiasmó muchísimo. Yo en ese momento creía que el descubrimiento de la verdad iba a estar dado por la filosofía. Después, con los años, me di cuenta que esto no era ni iba a ser así, por lo menos para mí.
Después tuve una experiencia mucho más directa respecto a la confección de la novela, que fue cuando volví de Europa a vivir en Buenos Aires y me junté con un grupo de filósofos que se llama SADAF (Sociedad de Análisis Filosófico Argentino). Ahí me fui dando cuenta de los pequeños sufrimientos que tienen todas las personas, pero ellos en particular, en la fase académica, los profesorados, las competencias que existen por el prestigio, por la publicación de artículos, etc.
Uno cree que porque uno es filósofo está alejado de todas las mezquindades de los seres humanos, pero nos parecemos, todos tenemos lados oscuros y lados brillantes, también en el ámbito de la filosofía y académico eso ocurre.
¿Qué te llevó a elegir ese título en particular para tu obra? ¿Tiene algún significado especial?
Me llevó un amigo mío argentino, Horacio Parma, él me contó que un amigo suyo, que creo que se llamaba Otonelo al que nunca conocí, tenía una manera de pensar acerca de la vida parecida a la mía. Y yo le dije: “¿cómo es eso?”. Y me responde: “él cree que en el mundo pasan cosas”, o sea que no hay una dirección, no hay un sentido, no se le puede dar un sentido a la vida, ni un sentido trascendente a lo que hacemos.
Y me pareció un título muy efectivo para retratar la manera de pensar a la que arribó este filósofo argentino, el personaje principal de la novela, Antonio Ivrea. Después de muchos años de recorrer su carrera académica y de enriquecerse o empobrecerse, según como se lo quiera ver, en el estudio de las neurociencias, de la filosofía, etc. Entonces, el título es justamente eso, en el mundo pasan cosas, no tenemos ningún propósito último, ni trascendente, ni nada.
¿Cómo describirías el mensaje principal o la temática central de “Pasan Cosas”? ¿Qué quieres que los lectores se lleven después de leer el libro?
No creo que yo me haya propuesto un mensaje para leer, para escribir la novela. Yo escribo la novelas con el propósito de crear un personaje que sea verosímil, que sea creíble, que tenga esas dosis de grandezas y de pequeñeces que tenemos todos los seres humanos.
El tema acá es filosófico, la inmortalidad del alma, y el argumento es un filósofo argentino que se pone a investigar respecto a eso. Va derivando a través del conocimiento y de los años hacia una postura mucho más monista, se llama en la terminología técnica, del alma y el cuerpo, es todo lo mismo, que es todo físico y nada espiritual.
Entonces, simplemente me pongo a escribir y me sale eso, pero no quiero dar un mensaje con la novela, más bien lo implícito es el amor por el conocimiento, la curiosidad, la necesidad de preguntarse y de cuestionarse lo que uno va adquiriendo, que es bueno saber que uno también ignora mucho.
¿Cuál fue el mayor desafío al escribir ‘Pasan Cosas’? ¿Hubo alguna dificultad específica que encontraste durante el proceso de escritura?
Sí, para mí fue el hecho de que era un ámbito académico al que pertenece este profesor, es totalmente desconocido para mí. Yo no fui profesor universitario, simplemente iba a clases de filosofía en la universidad, hace muchísimos años, después estuve yendo a estos lugares un poco más específicos.
La dificultad para mí era tratar de situarme en cómo piensa una persona que está dedicada a la filosofía, qué logra, qué quiere buscar, etc. Yo estoy más acostumbrado al ámbito de los negocios, en donde sé qué es lo que quiere cada persona, qué es lo que pretende en una negociación en una empresa.
Recuerdo que vi que algunos profesores, estudiosos de la filosofía o filósofos profesionales citaban a unas personas más que a otras y todo eso lo hacían a propósito. Muchas veces ignoraban a otro porque nunca los había mencionado a ellos, entonces ellos también se vengaban no nombrándolos en los artículos. Eso fue lo más dificultoso que yo me enfrenté cuando escribí la novela. No todas las personas son así, para nada, hay grandeza en todos lados también, pero he visto mezquindades a las que yo no estaba preparado.
¿Hay alguna escena o pasaje en particular que destaque para ti?
A mí lo que me gustó de la novela en algún momento es la cadencia final de este filósofo argentino, cuando se empieza a dar cuenta que en su familia, su mujer, como que se aburre de él porque es un indeciso. Entonces, en algún momento dice: “yo tengo que cambiar de vida, tengo que buscar ser otra persona”, pero no puede y al final en los últimos capítulos se ve esa cadencia y esa manera de encarar la vida que tiene este señor.
Este señor que, por otra parte, es intelectualmente profundo, muy inteligente, pero con una incapacidad de tomar decisiones y eso es lo que le molesta a la mujer. Esa parte final de los últimos tres, cuatro capítulos vale la pena haberlos escrito.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto literario en este momento? ¿Puedes compartir algo sobre tus planes futuros como autor?
Sí, estoy trabajando desde hace bastantes años en una nueva novela ambientada en la Florencia Medieval, en Italia. En esa época, era la New York del mundo, el centro financiero del mundo, hubo un par de quiebras bancarias muy fuertes que doblegaron a la República de Florencia y la sumieron en una decadencia fuerte. Después vino la peste negra.
Todo eso lo estoy tratando de retratar a través de un banquero, un muchacho que hace una carrera bancaria. Y a toda esa ambientación de esa época que uno cree que es oscura, pero que tiene una semilla del capitalismo moderno. Creo que la voy a poder terminar el año que viene, me faltan seis capítulos, que ya sé cuáles son y cómo van a desarrollarse.
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