Su libro “Geografía de la oscuridad” ha sido publicado por la editorial Páginas de Espuma. Lo presenta mañana, junto a Iván Thays, en el Facebook Live de Ibero Librerías.
Su libro “Geografía de la oscuridad” ha sido publicado por la editorial Páginas de Espuma. Lo presenta mañana, junto a Iván Thays, en el Facebook Live de Ibero Librerías.

en “Geografía de la oscuridad” (Páginas de Espuma, 2021), con temas como la familia y sus relaciones, la enfermedad, llenos de conflicto, luz, rabia. Desde Buenos Aires, Argentina, la escritora peruana nos comenta que, con su , ha logrado “transformar ciertas zonas dolorosas de mi vida en conocimiento”. “Me ha permitido anclarme mucho mejor en el presente. Nombrar hace bien porque te permite hacerte cargo”, explica.

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Trabajaste un lenguaje directo en estos cuentos, sobre todo cuando se habla de la familia...

Pienso en términos de fractura: vamos a divertirnos con esto que nos une a todos, que es la palabra. Escribir es experimentar. El lenguaje es eso que me atenaza y donde, a partir del silencio, puedo pensar.

El libro me recordó a “La piedra del río” de José Watanabe: “Ay, poeta,/ otra vez la tentación/ de una inútil de la metáfora. La piedra/ era piedra/ y así se bastaba”. Decir sin simbolizar...

Su poesía está plagada de animales; observa el mundo natural. Recuerdo cuando cuenta sobre la piedra en sacrificio de la cocina de su casa, donde morían los cangrejos. No decía que su padre los pescaba sino que los cazaba, por la capacidad de huida del cangrejo. La escritura es así: cómo atenazar algo esquivo. Será una búsqueda perpetua, a veces frustrante, pero la travesía es lo que importa.

Otro tema compartido con el poeta es la enfermedad, un momento transformador en la vida...

Quise hablar de la enfermedad pero desdramatizando, desde una lejanía, desde haber aprendido algo de ella, porque sino la narración es anecdótica. Padecer una enfermedad no te convierte en alguien mejor, pero sí te da tiempo para darte cuenta que eres un ser de paso, en tránsito a otra cosa, y que habitar un cuerpo doliente te hace valorar muchísimo el simple hecho de respirar, oler, caminar.

¿Qué otros referentes tienes?

El trabajo que hace Cronwell Jara con “Montacerdos”. Me volví loca con ese texto. Es un conflicto arrastrado por puro lenguaje y tiene un oído tremendo para la calle. Lo descubrí muy tarde, pero me dije: “yo quiero vivir en ese texto”. Hay cuentos que, sin importar la época en que lo leas, siempre atravesarán la vida de alguien; eso me pasó.

Katya Andaui
Katya Andaui

La literatura se alimenta de diversas miradas...

Mis influencias nacen muy temprano con Virginia Woolf y Clarice Lispector. Y siguen por Natalia Ginzburg, Vivian Gornick, Anne Carson, Erri De Luca. También me gustan mucho escritoras que son mayores o ya no están: Jamaica Kincaid, por ejemplo. Y, en poesía, Cesare Pavese.

Así como este mapa de autores, trazas la geografía de esa oscuridad que hay en las familias...

Sí, pero también de la luz. Son hijos que intentan reescribir la mitología familiar. Todos vuelven a su vínculo primario, más íntimo, que es amoroso, pero dicen: “esto lo reescribimos juntos porque una cosa unilateral no funcionará”. Regresan para defenderse con lenguaje. No es una venganza inocua, pero tampoco mortal.

Houellebecq declaró una vez que el odio natural del padre al hijo se da porque este será el que lo sustituya y viva experiencias...

Terry Tempest Williams recuerda unas vacaciones con su familia donde pudo sentir la envidia de sus padres. No podían estar relajados mirándolos jugar. Ellos no podía disfrutar del tiempo libre sin estar eximidos de su responsabilidad. Y es absolutamente feroz cuando un hijo o hija nota la envidia de los padres: entiendes que te han deseado pero también quieren la vida que tú tienes y que nunca la podrán cumplir.

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El núcleo de la sociedad también puede ser del terror...

En este libro también hay un trabajo con la rabia, vista desde lejos, tanto de la materna y la paterna. Ciertas reconciliaciones son imposibles. Tal vez hay que estar enojados y decir “nunca más, no pasará”. Si sobrevives a los padres que no han sido buenos, lo harás igual con cualquier cosa. Y ese movimiento me parece un absoluto aferrarse a la vida.

¿Hacia dónde está apuntando la literatura latinoamericana?

Hay un estado de fluido muy importante entre autoras y editoriales independientes, así como con las más grandes. Esa búsqueda de décadas anteriores por la novela total o mundos muy masculinos se está yendo hacia una escritura que mira lo íntimo, lo perverso, zonas de terror y que recoge lo “unheimlich”, que acuña Freud: lo familiar de lo siniestro, lo siniestro de lo familiar. El cuento y las autoras están vendiendo; por supuesto que es una movida comercial pero también ocurre porque se está haciendo buena literatura en nuestros países.

¿Un “boom” del cuento?

No lo llamaría así, porque el “boom” fue una decisión comercial y esto escapa de eso. Ya no es solo eso. Lo que se terminó aquí es el desprecio al cuento y el prejuicio hacia las escritoras. Y de eso ya no se vuelve, solo puede continuar. Por eso no lo llamaría “boom”, sino “de ahora y en adelante”.

Katya Adaui

Nació en Lima en 1977. Es autora de “Aquí hay icebergs”, “Algo se nos ha escapado” y “Nunca sabré lo que entiendo”. Ha publicado en diversas antologías. Dicta talleres de escritura.

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