Con ternura y suavidad la escritora Claudia Rua Bustamante nos presenta su más reciente publicación “Los recolectores de corazones” [Editorial Rojo y Negro], un cuento infantil que nos habla del dolor sin miedo y que reconoce en la infancia un territorio donde las emociones vibran con toda su intensidad.
La autora, que vive desde hace cinco años en Suiza, nos presenta una literatura con estética infantil pero dirigida a toda la familia. Con esta historia, la también artista nos invita a sentirnos libres de expresar nuestra tristeza, enojo y decepción.
Durante nuestra conversación, Claudia revela el origen biográfico y emocional de su obra; habla de biodescodificación, nos cuenta la historia de estos conejos que reparan corazones con hilos de colores, y de la importancia de permitir que los niños —y también los adultos— no oculten lo que sienten.

¿Cómo nació la historia de “Los recolectores de corazones”? ¿Hubo alguna experiencia que dio inicio a este relato?
Hace algún tiempo me asaltó un fuerte interés por la biodescodificación, que básicamente es el estudio relacionado con cómo afectan tus emociones —vividas, aprendidas o heredadas— a la salud. Ese sería uno de los principales motivos: reconocer y abrazar nuestras emociones para no mirarlas con miedo o vergüenza, sino con compasión, y aceptar que cada una de ellas es parte de nosotros.
El otro impulso para escribir esta historia fue darme cuenta de que seguimos viviendo en una sociedad donde no se nos enseña a abrazar lo que sentimos o lo que somos. Todavía educamos juzgando un llanto o minimizando las preocupaciones de los niños. Debemos permitir que ellos sientan lo que tengan que sentir, sin tener que aguantarse sus emociones como un nudo en la garganta, porque ten por seguro que, tarde o temprano, esos nudos se desatarán y el cuerpo hablará de alguna forma.
El libro parte de un corazón que insiste en romperse. ¿Qué representa para ti ese corazón dentro del universo infantil?
El corazón que se rompe representa la vulnerabilidad natural con la que los niños llegan al mundo. En ellos, las emociones son intensas y transparentes: aman con todo, se entristecen con todo. Ese corazón que insiste en romperse es una metáfora de la sensibilidad infantil, que a veces los adultos intentamos proteger en exceso, cuando en realidad es lo que los hace profundamente humanos y honestos.
¿Por qué elegiste a los conejos como protagonistas de esta historia?
Los conejos me transmiten una mezcla de ternura y fragilidad, pero también una gran capacidad de huida y supervivencia. Son seres silenciosos que observan y sienten. Elegí a los conejos porque quería hablar del dolor sin dramatismo.
Además, quería recuperar esa conexión que tenemos desde niños con los animales: esa conexión donde nuestro universo está vinculado a criaturas tiernas —peluches y muñecos— que sentimos cercanas en todo momento, cuando los protegemos y cuidamos. Pero en algún momento esa conexión se rompe, se quiebra y nos aleja de aquella unión animal.También debo decir que mi hija cargó un conejo de trapo durante muchos años, un conejo con el que se acompañaba día y noche. Todavía lo tenemos con nosotros, y se llama Monsieur Lapin.
En el libro, los hilos de colores tienen significados muy potentes: aceptación, amor, calma, alegría, decepción y confianza. ¿Cómo surgió la idea de coser los fragmentos del corazón con esos hilos?
La idea nació de una imagen muy simple: la de una costura. Tengo una conexión directa con la costura; desde niña observaba a mi madre coser con su máquina. Siento la costura y el trabajo manual como algo muy cercano, y tengo una sensibilidad especial por reconstruir prendas de vestir y transformarlas. Es una de mis actividades paralelas. Por eso siempre he sentido que, cuando algo se rompe en nosotros, no desaparece: se transforma.
Los hilos representan los aprendizajes emocionales que permiten volver a unir lo que parecía perdido. Cada color es una emoción necesaria para sanar, no una que borre la herida, sino una que la honre.
¿Cómo crees que los niños pueden aprender, a través del cuento, a reconocer y abrazar sus emociones?
Pienso que no solo los niños pueden aprender, pues habemos muchos adultos desconectados de nuestras emociones y muy adoloridos. Yo describo mis libros como obras para toda la familia. Presento mis cuentos con una estética lúdica e infantil, pero en realidad están dirigidos tanto a niños como a adultos.
En específico, en este cuento, Los recolectores de corazones, creo que al ver cómo los conejos acogen los pedacitos del corazón roto, los lectores comprenden que sentir tristeza, enojo, miedo o decepción no los hace débiles, sino más auténticos.
En tiempos donde muchas veces se evita hablar del dolor con los más pequeños, ¿por qué consideras importante hacerlo desde la literatura?
En mis libros hablo de todo tipo de temas: la separación, la muerte, los sueños perdidos y los corazones rotos. Creo que no es necesario endulzarle la vida a las infancias, porque la vida no es un dulce necesariamente; muchas veces es dura y hostil. Y si queremos seres humanos válidos, valientes y fuertes, no podemos pasar por la vida contándoles historias que se alejen de la realidad.
La idea de un cuento es transformar esa historia en una estética lúdica, para que el mensaje llegue sin perder la estructura de un relato pensado para las infancias. Los niños perciben todo, incluso aquello que los adultos creemos ocultar. Hablar del dolor desde la literatura les da un lenguaje simbólico y seguro para explorarlo. No se trata de exponerlos al sufrimiento, sino de ofrecerles herramientas para comprenderlo y transformarlo.
¿Qué papel juega la belleza —esa que se encuentra incluso en lo roto— dentro de tu obra?
Creo profundamente que la belleza no está en la perfección, sino en la honestidad. Lo roto nos recuerda que hemos sentido, que hemos amado. En mis historias, la belleza siempre se asoma a través de las grietas, porque es ahí donde entra la luz y donde las emociones se hacen visibles.
¿Qué consejo le darías a quien está intentando “coser” su propio corazón?
Que no tenga apuro. Que permita que las manos tiemblen, que los hilos se enreden y que el dolor tenga su tiempo y peocesi. Coser un corazón no es volver al pasado, es aprender a mirar con ternura las costuras nuevas
¿Qué significa para ti que este título, como tus otras obras, lleguen a muchos países en otros continentes, a través de su idioma?
Cuando las familias se llevan mis libros en Perú, Suiza o Francia, siento un regalo inmenso. Saber que un niño y su familia, en otro rincón del mundo, pueden reconocer algo de sí en mis palabras me emociona profundamente. La literatura tiene esa magia: derribar fronteras y recordarnos que los corazones, aunque distintos, laten de manera parecida.
Si tuvieras que describir “Los recolectores de corazones” en una sola palabra, ¿cuál sería?
Sanación.

SOBRE LA AUTORA
Claudia Rua Bustamante, actriz, directora de teatro y escritora peruana
Comenzó su carrera artística a los 11 años integrando el grupo teatral Los Tuquitos, y con el tiempo transitó del escenario a la literatura, donde ha consolidado una voz que busca tender puentes entre generaciones y culturas. Como autora, ha publicado múltiples títulos en formato bilingüe (español-francés), entre ellos ¿Y dónde están las medias? (2021), Wálter y la lluvia de semillas (2022) y El viaje de Plumita (2023), todos dirigidos a niños y adultos por igual.
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