La celebración de la efemérides por la proclamación de la independencia de nuestra patria constituye un estimulante tema de creación literaria plasmada en la obra de varios e importantes creadores en los diversos géneros, especialmente en la poesía, el relato, el ensayo, las crónicas, las anécdotas. De manera específica, en el conjunto de creadores destaca la producción de Ricardo Palma, quien dedicó al tema varios importantes relatos correspondientes a los movimientos precursores de la gesta heroica y, sobre todo, los hechos que se sucedieron e hilvanaron en los momentos decisivos de la independencia. Dichos textos constituyen un rico y oportuno material que debe aprovecharse y desarrollarse en los diferentes grados y niveles de nuestro sistema educativo, especialmente en los planes lectores.
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NACIMIENTO Y PERSONALIDAD
Según investigaciones acreditadas, Ricardo Palma habría nacido en Talavera de la Reyna, provincia de Andahuaylas, departamento de Apurímac. Varias son las pruebas afirmativas; sin embargo, por su trayectoria, obra, funciones y actividades, está claramente identificado con la capital de la república, que conoció y comprendió como pocos.
Intelectual múltiple e intenso, Palma se ubica en el contexto del romanticismo. Fue director de la Biblioteca Nacional, que había sido saqueada e incendiada por la soldadesca chilena durante la Guerra del Pacífico. Entonces rehízo la institución, especialmente en base a colaboraciones de escritores peruanos y extranjeros.
Su producción literaria comprende varios géneros. En poesía: “Poesías” (1855, 1887), “Pasionarias” (1870), “Consolación” (1851), “Verbos y gerundios”; en teatro: “Rodil” (1851); en lingüística: “Neologismos y americanismos” (1896). Sin embargo, su mayor mérito está en la narración, especialmente en sus célebres “Tradiciones peruanas”, que las publicó en sucesivas entregas.
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CUESTIONAMIENTO Y VALOR DE LAS TRADICIONES
En realidad, cierto sector de la crítica es injusta al cuestionar el valor de las tradiciones por ciertas inexactitudes y alteraciones; sin embargo, hay que precisar: Ricardo Palma no fue ni pretendió ser historiador, biógrafo o cronista. El es un narrador original, que frecuentemente toma sus temas de la propia realidad; es decir, no escribe a partir de un hecho inspirador neutro, sino de la observación de acontecimientos reales que capta y recrea lo que impacta su percepción para concentrarse en el giro tradicional, humorístico, irónico y festivo.
Y escribe con una prosa admirable, sostenida, de creciente expectativa, ubicada en el contexto de los acontecimientos. Por eso creo que hacen mal o exageran los críticos, y especialmente los historiadores, que pretenden cuestionarlo por alterar los hechos de los que parte, en los que se inspira o recrea. Ellos son su punto de partida; no de llegada. Su estilo es único e incomparable; no hay otro escritor equiparable en su tiempo, tanto en nuestra realidad peruana como en el contexto latinoamericano.
Según lo expuesto, a Ricardo Palma no hay que juzgarlo como historiador o cronista, sino como escritor, es decir como literato, que parte de la realidad, no para copiarla o retratarla, sino para recrearla, transformarla, actualizarla y elevarla, sin falsear nunca los hechos y acontecimientos.
En general, específicamente el tema de la emancipación lo plasma el autor en varias, sabrosas e ilustrativas tradiciones, narradas con un incomparable estilo, pletórico de humor, ironía y sonrisa cautivante y de actualidad permanente.
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UNA TRADICIÓN VENGADORA
Pero estrictamente, no todas las tradiciones se ubican en el contexto específico de la independencia, aunque siempre las inspira las ansias de libertad, como la tradición “El corregidor de Tinta”, que da cuenta de la muerte por envenenamiento del virrey Agustín de Jáuregui, quien sofocó cruel y sanguinariamente la rebelión de Túpac Amaru.
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TRADICIONES DE LOS DÍAS DE LA INDEPENDENCIA
Varias son las tradiciones inspiradas en los sucesos de la lucha por la independencia. En el conjunto de relatos destacan: “Con días y ollas venceremos”, “El padre pata” (cuyo apellido verdadero fue Zapata, pero por quien San Martín dispuso que se eliminara la sílaba inicial de su apellido, porque el clérigo en sus alocuciones en contra de la independencia invocaba a los feligreses que al libertador no se le llamara San Martín, sino simplemente Martín), “Justicia de Bolívar”, “Pan, queso y raspadura”, “Bolívar y el cronista Calancha”, “Una frase salvadora” (estando casi perdida la batalla de Junín, el granadero Serafín Melvares pronunció a todo pulmón: “¡Necochea aquí!”, que determinó la reacción y embestida final de las fuerzas patriotas). También son importantes las tradiciones “El clarín de Canterac” y “Las brujas de Shulcahuanga”, que coincidió con las proclamas y manuscritos a favor de la independencia en Huamachuco, Usquil, Cajabamba, Otuzco, Chota y otros pueblos de la sierra liberteña.
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LA TRADICIÓN DEL HIMNO NACIONAL
De los días de alborada de la independencia es la tradición que refiere los orígenes de nuestro Himno Nacional, que refiere el proceso del concurso convocado por el general José de San Martín, en el que participaron las creaciones del músico mayor del batallón Numancia, así como de los maestros Huapaya, Tena, Filomeno, fray Cipriano Aguilar y el maestro José Bernardo Alcedo, quien fue el ganador de la melodía, mientras que la creación poética correspondió a José Bernardo Alcedo, mientras que la bella y simpática cantante de moda, Rosa Merino, la cantó por primera vez la noche del 4 de septiembre de 1821, en que se festejó la capitulación de las fortalezas del Callao.
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