Narradora acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura 2020, en la categoría de novela, por su reciente libro “Estación Delirio”
Narradora acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura 2020, en la categoría de novela, por su reciente libro “Estación Delirio”

Teresa Ruiz Rosas, desde Colonia, Alemania, nos dice que su novela “Estación Delirio” (Literatura Random House, 2020), ganadora del Premio Nacional de Literatura, apela a la comprensión del otro, sobre todo cuando se habla de salud mental y locura.

“Que en lugar de estigma, haya empatía”, dice.

Y nada como la literatura para generarla con las palabras...

Todos somos vulnerables: unos más, otros menos. Algunas veces, por circunstancias biográficas, en muchas personas la vulnerabilidad ha ido más lejos. Encima de eso, les cae un estigma, viven aislados, su infelicidad es mayor. Se trata de entender eso, de ponerse en el caso del otro y pensar que no estamos libres de los golpes tan fuertes en la vida, como decía César Vallejo. Detrás de toda enfermedad mental, que no sea un caso extremo de origen genético, generalmente hay una cuestión traumática.

El jurado ha dicho que, en tu novela, “la liberación ‘psiquiátrica’ de estos (personajes femeninos) metaforiza otras búsquedas de libertades”...

Hay muchas formas de estar presas en la sociedad, en general, incluso en la vida privada. Me ha gustado mucho esa lectura, no lo había racionalizado así. Esa es la gran fortuna de ser leída: te van diciendo cosas que no fueron conscientes.

Esa es la capacidad que tiene el arte como exploración...

Un amigo me escribió desde Viena. Acabó de leer mi libro “La falaz posteridad”, y me dijo: “Mi experiencia de lector podría definirse con la estupenda frase alemana ‘un baño recíproco de sentimientos’”. Me pareció algo muy bonito.

Esos comentarios de lectores son tus premios de siempre...

Exacto. Esos son los premios que ya tienen un vínculo más personal; no tienen esa proyección de un premio público, pero sí tienen la intensidad de saber a qué se refiere la persona.

La salud mental, un gran problema del Perú, ha empeorado con la pandemia...

Supongo que habrá sido más grave. El concepto de encierro ya es muy agobiante para una persona. Es una de las cosas que más entristece y enfurece de esta situación. Por eso la lectura del jurado es muy buena porque ellas salen de ese encierro que, aunque era privilegiado hasta cierto punto, no dejaba de ser un encierro. La salida es siempre la libertad. Muchas veces, y esto se da en el caso de la salud mental todavía con mayor enjundia, se decide por otro, lo cual a veces es indispensable pero no siempre. Ese sometimiento del encierro es muy castrador.

En el encierro por el coronavirus, el arte ha sido una forma de salir...

Ha sido una válvula de escape. Poder estar proyectando continuamente conversatorios, de todo. Pero soy un poco reticente con lo fácil que se sustituye la vida real por una virtual. En una situación de emergencia es algo positivo. Pero, por otro lado, que nos hagan creer que podemos llevar, en el futuro, una vida virtual y olvidarnos de nuestra vida real es un peligro del que debemos ser conscientes.

Antes uno se desconectaba de la vida real con las redes, internet, pero ahora la virtualidad está en la casa, en todo, y no hay cómo dejarla...

Claro, y por eso también es demasiado radical que uno no pueda pasear, tomar aire, que refuerza las defensas. Las medidas también son relativas. Algunas, a veces, son muy exageradas y contraproducentes. Que alguien me explique que no le hace bien a una persona darse un paseo por la playa, respirando bien con la nariz y boca tapadas, justamente para estar más fuertes. Eso no lo puedo entender, es absolutamente elemental.

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