La pandemia despertó en varios escritores la oportunidad de darle forma a esas historias que rondaron por sus mentes durante decenios. Es el caso de Miguel Ángel Rodríguez, quién aborda pasajes históricos con el fin de que nuestra historia y sus personajes no tan conocidos no queden en el olvido.
¿Cómo inició tu amor por la literatura? Es un amor que me ha tentado siempre y no he correspondido, que he desatendido en tantos años, escribiendo otras cosas. Se revela ahora como la realización tardía de una vocación que me ha acompañado por decenios pero la emprendo solo desde inicios de la pandemia. Como lector temprano e impenitente siempre he querido hacer literatura y recién me atrevo. Una audacia con la licencia que se toma un hombre que ya ha vivido larga vida.
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Tienes novelas históricas ¿Cómo fue su proceso? He publicado tres: “El arriero de Tarapacá”, 2021, sobre la singladura de un ficticio antepasado mío en el tiempo de la Guerra del Salitre, que nace en ese territorio perdido por el Perú y termina en Arequipa; “Tiempos del Palais Concert”, 2021, acerca de cómo fue que, en el segundo medio siglo XIX y la primera veintena de años del siglo XX, el Perú llegó a su primer centenario republicano, abordando el ambiente cultural y político de la época; y ahora, reciente, aparece “El país que no fue”, sobre la escena, las ideas y los entretelones del período que va del inicio de la República hasta el final de la Confederación Perú Boliviana, ese gran proyecto frustrado, con el que me siento identificado. Inicio siempre escribiendo una escena que esboza un personaje y una circunstancia que lo envuelve y de la que es testigo o participante pero nunca es el héroe. Los héroes me son ajenos. A partir de ahí se despliega la narración, urgida, apasionada; que exige documentarme, leer, analizar, valorar mis ideas preexistentes. Luego escribo bastante rápido.
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Tu última novela que publicas la presentarás en tu tierra natal ¿Qué significa para ti eso? Como dijo Rafael Alberti: la patria en un hombre es su infancia y la mía fue en Arequipa. En “El país que no fue” a través de mi personaje Mariano Rivera la evoco con entrañable cariño, como en mis otras creaciones, y siempre pienso en lo maravilloso que sería vivir en mi tierra.
¿Cuál es la principal fuente de inspiración para tus escritos? Me interesa construir una visión de la trayectoria de personas comunes en momentos cruciales de la historia del Perú; una visión con frecuencia distinta de la narrativa aceptada como políticamente correcta, aprovechando el artificio de la creación literaria.
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¿Cuáles son tus próximos proyectos? Publico en semanas un libro distinto: “Adalmiro y la valkiria”, una narración sobre el detective que investiga con empeño y desencanto un crimen en el Perú de esos años turbulentos de 1960. Pero llego en días a Arequipa a investigar para una obra en proceso sobre la insurrección de junio 1950, un suceso apasionante del que se ha escrito bastante y bien pero del que todavía no hay una visión compendiada; y es mi desafío. También espero publicar pronto un volumen de narraciones breves que he ido sumando, reuniendo. Escribiré tanto como pueda pero rehúso considerarme un escritor. Sería arrogante. Escribo nomás y publico para los pocos que me quieran leer.