Si un comerciante informal quiere vender en el damero de Huancayo tiene de dos: o se plega a las mafias que controlan el lugar o se enfrenta a ellas. Es decir: o pagas, o pegas. La informalidad en Huancayo, en los últimos cuatro años, se ha incrementado en un 30% o 40%, aproximadamente, según cifras de la gerencia de Desarrollo Económico de Huancayo, sobre todo por la crisis económica generada por la pandemia. La solución es ofrecerle nuevos espacios a los informales, pero todo es un proceso y como tal, tardará. El problema es cuánto.
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El damero de Huancayo, cuadrante ubicado en los perímetros de los mercados Ex Maltería y Ráez Patíño, es quizá el punto más turbulento en cuanto a este fenómeno. Ahí está la avenida Ferrocarril y sus intersecciones con el jirón Ica, Piura, Cajamarca, Huánuco y Tarapacá. En esa zona no hay vereda limpia de vendedores, algunos incluso hacen de la calzada puestos de expendio. Ahí operan las mafias: grupos de personas violentas lideradas por una cabeza visible. Según el gerente Hugo Bustamante, en todo ese territorio que más parece tierra de nadie operan “La tía Rita”; “El Rafo”; “Las Paulinas”; “El tío Ronco”, apodos de ranqueados personajes cuyo mayor símbolo de identificación es la violencia. A ellos se debe de pagar para poder vender en esa zona. Son miles los que aportan ese cupo.
Una alternativa difícil de ejecutar
Bustamante señala que ante este panorama, el camino de la violencia está descartado: “Lo que hemos hecho es ofrecerle a los comerciantes espacios alternativos donde puedan vender. Eso hemos logrado en el jirón Atahualpa, por ejemplo, que fueron reubicados”, señala. La lógica del funcionario es no botar al comerciante, sino formalizarlo. Traerlo del rebaño malo al bueno. Las mafias se niegan a esto, pero con el antecedente del jirón Atahualpa -cuyos vendedores decían que solo muertos iban a salir- ya hay una luz al final del túnel.
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La Calle Real durante las noches es otro dolor de cabeza. Los comerciantes -incluso de objetos de dudosa procedencia- que se aglomeraban ahí fueron sacados, pero vuelven cada cierto tiempo. La comuna ejerce un control permanente, pero si se descuida eso podría desbordarse. Si la autoridad hace su trabajo, pero, la población es renuente al orden, el caos será la única norma que rija.