Se vienen las fiestas de santiago y doña Feliciana lo sabe, por eso es que apura el paso para completar el lote de tinyas que venderá en esta campaña festiva de medio año. Feliciana Carvajal Guerrero es una verdadera sobreviviente de la artesanía de las tinyas, ese instrumento musical de percusión hecho con piel de animal doméstico, infaltable en las festividades dedicadas al apóstol Santiago, en el centro del Perú.

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En su taller, ubicado en el patio de su casa en el barrio Chaclas, distrito de Sapallanga, tiene previsto elaborar más de 500 de estos “tamborcillos” andinos, entre pequeños y grandes, cuyas ventas están aseguradas, según refiere.

Cuenta que esta actividad se repite generación tras generación, viene desde sus padres y sobrevive con ella y sus hijas.

También resalta con nostalgia que los tiempos cambian, los mercados y las demandas también, es así que las tinyas grandes ya no se venden como antes, puesto que ahora las fiestas las hacen con orquestas, desplazando a este instrumento nativo.

Si los fabrican -narra- es porque aún hay una cartera de clientes que los requiere. Agrega que lo que sí es bien solicitado son las tinyas decorativas, de unos 10 o 12 centímetros de diámetro.

En este arte, una de las más fervientes seguidoras de Feliciana, es su hija Rosa Gonzales, quien le da el toque estético al producto final.

La tinya es un instrumento andino y ancestral hecho con materiales orgánicos. Ahora, los fabricantes le incorporan algunos componentes sintéticos, no obstante su demanda cada vez es menor debido a la cada vez más recurrente presencia de las orquestas.

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En el caso de la familia Gonzales Carvajal, la elabora con piel de cabrito, oveja o conejo, sin embargo, lo que más utiliza es de oveja por ser un animal abundante en los hogares de la sierra.

Aunque no faltan pedidos especiales, cuya condición sea el uso de cuero de cabrito por ser más resistente y capaz de mantener la calidad del sonido.

Los más grandes están hechos también con la corteza del eucalipto tierno, la misma que se corta hasta hacer una banda larga capaz de formar una circunferencia que bordea el tambor.

En el caso de la membrana que sirve de percusión, se curte en agua durante quince días, hasta que sea fácil quitarle la vellosidad, y si aún perdura la intransigencia de la superficie se sigue remojando unos días más. Para el caso de los más pequeños, ya no se usa la corteza arbórea sino elementos sintéticos.

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