Las reflexiones en torno a la libertad, al paso del tiempo y al sentido de la vida siempre serán una constante en los seres humanos. Pensar de forma crítica sobre el paso inevitable de los años o sobre nuestra responsabilidad con el entorno muchas veces nos lleva a asumir una actitud filosófica; postura en la que, lejos de hallar respuestas, incrementan las incertidumbres. Este tipo de reflexiones generalmente se queda con nosotros; son difíciles de comunicar, justamente por su complejo entramado. Ahora bien, pienso que la narrativa permite al menos que los lectores se acerquen a algunas de estas divagaciones a partir de la construcción de historias en las que se problematiza el comportamiento de la humanidad.
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El libro La yegüita Blanca Flor de Mildred Luján Segura nos permite validar lo comentado en el párrafo anterior. Las historias que conforman este libro -diez en total- recrean claramente diversas preocupaciones que nos acompañan y que nacen de la relación que tenemos con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. Sobre la relación con uno mismo, pienso que los cuentos ¡Así soy! y No mendigo amores nos aproximan a la reflexión sobre cómo “el modo de ser”, a pesar de las constantes influencias del medio, se resiste a perder su esencia. En el primer cuento, por ejemplo, el narrador en primera persona -protagonista de la historia- confiesa que “lo único que sé es que tengo mucho miedo. Pues, soy muy supersticioso. Bueno, ¡yo soy así, pues! … ¡Qué le voy a hacer! …” El enunciado final de este fragmento es también el que sentencia el final del relato y reafirma lo expresado.
Sobre la relación que los seres humanos tienen con los demás, es decir, con el otro; resaltan de forma significativa El espejo inteligente, y Hosnernecillo y el ceibo. En ambos relatos los personajes principales sufren los prejuicios sociales en torno a la juventud, la belleza y los estragos de la vejez. La influencia del entorno y los valores formados culturalmente son determinantes para que los protagonistas de ambas historias rechacen su condición física y deseen adaptarla a lo que socialmente es aceptable. Es interesante que en el primer relato el espejo cuestione las ideas que acompañan a las mujeres, mientras que en el segundo el ceibo refuerza el deseo masculino.
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Ahora bien, sobre la relación de la humanidad con la naturaleza, es decir, con su entorno y con los otros seres vivos que habitan en este, destacan La yegüita Blanca Flor y El Picaflor. En el primer cuento la belleza y la felicidad del animal están en función al trato y el cuidado que sus amos le dan; Blanca Flor es muy querida y admirada por todos; los mejores años de su vida se dedica exclusivamente a engreír y pasear a la esposa del señor Lorenzo Cosme. Su situación cambia radicalmente cuando este último muere y la viuda tiene la necesidad de vender a la hermosa yegua. El segundo relato es significativo en la medida en que nos permite pensar en cómo la intervención de la humanidad en el medio ambiente vulnera y estropea la armonía del mundo. El picaflor es un ser feliz, entre otras cosas, porque ejerce plenamente su libertad y es consciente de la libertad de las aguas y de las plantas que libremente lo alimentan. La paz se quiebra cuando los seres humanos inventamos las jaulas y asumimos que lo mejor para nosotros es también lo mejor para ellos: los otros seres vivos que ya antes habitaban la naturaleza.
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En algunos de los cuentos de La yegüita Blanca Flor se presenta la preocupación en torno a la belleza física y el paso del tiempo. Creo que la construcción narrativa relacionada a esta temática gira en torno a la reflexión sobre los estereotipos de género y la representación de lo socialmente bello. Estas últimas ideas son las que nos permiten entender la intención literaria de Mildred Luján Segura. Las historias de este libro poseen un carácter ético aleccionador que define a sus personajes; por ejemplo, en el cuento No mendigo amores destaca el sentido moralizante mencionado; “a mis quince abriles, como a todo chico, me preocupa mi apariencia física. Cada mañana, después de agradecer a Dios por mi vida, por mis viejos y por mi flaca, me miro el rostro en el espejo”. Al final del cuento los lectores llegan a la conclusión de que la felicidad pasa por un correcto comportamiento y por aceptarse tal como uno es. Estas últimas ideas son interesantes para discutirlas y conversarlas con los jóvenes a quienes va dirigido principalmente el texto. A partir de la discusión y el cuestionamiento de este carácter moralizador, cada quien podrá tomar sus propias decisiones. Por mi parte, sugiero que cada lector tome la decisión de leer este libro.