Enrique decidió publicar este hermoso libro “para que esos cuentos que yo llevaba guardando en la memoria no terminen por desaparecer”.
Enrique decidió publicar este hermoso libro “para que esos cuentos que yo llevaba guardando en la memoria no terminen por desaparecer”.

Indiscutiblemente, Enrique Carbajal es un rostro fulgurante en las letras liberteñas, particularmente en las que emergen del mundo andino. Su infancia en Chugay le nutrió de la infinita valía de los relatos populares y desarrolló su capacidad inventiva con la libertad del viento, la potencia del trueno y la dulzura de las aguas.

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Enrique inició sus andanzas literarias allá por el año 2008, con el poemario “Días de ausencia”. En este devenir, se encaminó hacia “Las cuestas andadas” (libro de cuentos publicado el 2014) y, desde mi punto de vista, logró encaramarse en la cúspide literaria y hacerse visible con “El hombre de los relámpagos”, en el 2018.

Si bien este último libro no figura en el anticipado testamento de nuestro escritor, es el que muestra con natural resplandor su magistral estilo. Enrique Carbajal no solo rescata las historias cotidianas del poblador andino (o aquellas historias que le signan la vida), sino que las nutre con la vitalidad de la cultura y, especialmente, con la riqueza lingüística de nuestros pueblos.

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Como ya lo dijo Ricardo Gonzales Vigil, su particular estilo hace de estos cuentos un “verdadero deleite verbal”. Enrique pareciera decirnos que no hay mejor forma de transitar por “los quengos de la vida” que “silbando a la luz” de un VIENTO PÁLIDO. Y es que justamente así tituló a su nuevo cuentario, publicado esta vez el año 2021, como parte de la Colección Culle Bicentenario (auspiciado por la Municipalidad Distrital de Chugay).

Pero, entre estas dos publicaciones, Enrique Carbajal nos sorprendió el 2018 con una publicación a todas luces extraordinaria. Esta vez, cincuenta y dos deliciosos relatos dieron vida a CUENTOS DE TIEMPO VIEJO, un libro hecho con los recuerdos de las narraciones paternas (en los atardeceres y anocheceres) y con las hermosas estampas de la vida en el campo.

Enrique decidió publicar este hermoso libro “para que esos cuentos que yo llevaba guardando en la memoria no terminen por desaparecer”. Sin embargo, como él mismo nos confiesa, “cuando estuvieron escritos, resultó que solo alcanzaban a treinta, o algo así, de modo que me propuse una tarea más: averiguar sobre otros, y así, pues, me puse en ese lance por varios pueblitos de estas tierras huamachuquinas (…). Son cuentos populares que llegaron a mis oídos en esas versiones, y yo he tratado de reelaborarlos, según mi forma de escribir, por supuesto, sin que pierdan su naturaleza.”

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Los relatos de CUENTO DE TIEMPO VIEJO se caracterizan por su brevedad y efecto hechizante. En ellos aparecen personificados (con trascendente vitalidad y encanto) el viento, el agua, el arcoíris y los animales (perros, saltojos, racuanas, cargachas, zorros, conejos, huanchacos, etc.); pero, además, se revelan el duende, el diablo, el chunsho, las brujas, los espíritus, etc., ofreciéndonos su inquietante compañía y compartiéndonos imperecederas lecciones de vida.

Pero, como bien nos dice el autor, en este libro no solo importan las historias. Hay también una motivación mayor: promover la lectura y acercar la cultura oral a la cultura general. Y, por ello, llamativas ilustraciones acompañan cada relato. El extraordinario trabajo de Renato Chávez Pajares y de Paúl Orlando Vera Basilio sellaron este logro: el primero con sus ingeniosas y simbólicas ilustraciones; y el segundo, con el cuidado de la edición.

Al respecto, Enrique Carbajal nos confiesa que “cuando los cuentos estuvieron conjuntados ya con el nombre que los reúne, el deseo mío fue que pudiera salir con algunas ilustraciones, como las que tienen los cuentos clásicos”.

¡Y vaya que su deseo se cumplió con creces para el provecho de todos sus lectores!

Y es que no solo se trata de la prodigiosidad de cada relato, sino también del libro como objeto de lectura. Ingenio narrativo, sugerentes ilustraciones y un cuidadoso trabajo de edición se han conjugado en

CUENTOS DE TIEMPO VIEJO.

Pero, adicionalmente, Enrique nos lega un obsequio no menor. A lo largo de cada relato, los lectores nos “topamos” con expresiones marcadas con cursiva (o simplemente confundidas en el discurso) que nos acercan al mundo andino y que, al mismo tiempo, nos sacuden de nuestro estado de ignorancia.

Por eso, para aliviarnos del pesar, se ha incluido un glosario en las páginas finales del libro: ¡sesenta y dos expresiones destinadas a nutrir nuestro vocabulario y a tender un puente para la integración cultural!

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Destacan algunos adjetivos como “ashcaya”, “caisha”, “cutulo”, “llushpe”, “shalpienta”, etc.; o verbos como “auchir”, “cashcar”, “catipar”, “cushipear”, “jurapar”, “llushpear”, “pishtar”, etc.; y, como para sazonar este banquete lingüístico, no faltan las interjecciones como “jijuna” o “junagranpucta”.

No en vano Ricardo Gonzales Vigil ha dicho que Enrique Carbajal se sitúa entre los mejores cuentistas peruanos de su generación “plasmando una sabrosa reelaboración del lenguaje oral, certeramente rítmica y expresiva”. Por todo lo dicho, CUENTOS DE TIEMPO VIEJO es un delicioso libro que vale la pena leer.

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