Se trata de un cautivante libro trabajado desde la voz sencilla y solaz del poblador andino; y, al mismo tiempo, erigido con amor literario y pulcritud verbal.
Se trata de un cautivante libro trabajado desde la voz sencilla y solaz del poblador andino; y, al mismo tiempo, erigido con amor literario y pulcritud verbal.

Lo he dicho y lo repito: ¡La Libertad sigue floreciendo gracias a su literatura! Distintas generaciones y distintos géneros conviven, en una misma época, haciendo de esta diversidad y de la creatividad literaria su mayor riqueza.

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La poesía brilla con luz propia y el cuento se ubica en un sitial expectante. En medio de este vivificante panorama, emergen las publicaciones del escritor Elmer López Guevara. Con algunos importantes premios en su haber, esta vez nos sorprende gratamente con la reciente publicación de “El amor por los ojos entra y otros cuentos”.

Se trata de un cautivante libro trabajado desde la voz sencilla y solaz del poblador andino; y, al mismo tiempo, erigido con amor literario y pulcritud verbal.

Cada cuento es una verdadera delicia: desde “El amor por los ojos entra” hasta “Terminada la tarde”. Es como si el lector tuviese ante él a un apetitoso buffet, del cual podrá servirse cualquier platillo, sin temor a equivocarse. Los ocho cuentos están escritos con la fineza de quien domina la técnica narrativa y, al mismo tiempo, con la libertad imaginativa de quien se ha nutrido de la inventiva del poblador andino.

En este libro, el lector se hallará con las anecdóticas experiencias que signan la vida de hombres y mujeres, pero también compartirá las chanzas espontáneas de las gentes, ante las ocurrencias y comportamientos “inadecuados” de los demás. Y todo ello en medio de almas en pena, demonios o seres extraterrenales.

Como bien lo señala el gran maestro Cronwell Jara, en medio de lo insólito y absurdo de sus tramas, Elmer López “le suma jocosidad y buen humor; tanto que nos hace pensar en las picardías dialectales propias del campo y de la sierra norteña”.

Comprobamos entonces que el amor no es tan ciego ni tan cojudo como dicen” remata en uno de sus cuentos. En otro, nos relaja la quijada al enterarnos de todo lo que debieron esforzarse unos escolares para aprobar sus cursos. “¡Y todo por un saco!”.

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Pero, además de estas cualidades, estos cuentos están trabajados bajo la meticulosidad y la experticia de un dedicado alfarero. Elmer evidencia un buen dominio de las técnicas narrativas, lo que le permite trabajar la trama con suma maestría. Sus inicios disruptivos y envolventes, y sus finales mágicos, contundentes, aleccionadores o hilarantes así lo corroboran.

Sobre duendes y carbuncos”, por ejemplo, inicia con un llamado que irrumpe en la quietud del descanso.

• ¡Se rodó el Torrejón!

La voz del abuelo entro como una tromba al cuarto de los muchachos.

Y “Mal daño” cierra con este final prodigioso:

“Y en lo que ya se está chamuscando el techo y las paredes, veo que en un solo esfuerzo te has parado, Agostino, has sacudido tus alas y con tu pico me estás jalando, diciendo, larguémonos de acá, mamita, arrastrándome en medio de la humareda…”.

“Malacabeza” y “Terminada la tarde” son dos cuentos de los que podemos extraer lecciones de vida, además de disfrutar de la trama y de la pulcritud lingüística. Estas dos historias nos conducen con hilaridad, sorpresa o ironía por los vericuetos de la cotidianeidad y nos ponen frente al espejo de la vida.

He aquí el inicio del primero:

• De juro te asustaste cuando me viste entrar con Balta -dice Laurencio.

• Pensé: “¡Mamita linda, nos guaneamos”! -dice Palmira-. “Ya se enteró que nos vamos a fugar y viene a encararnos; hoy nos mata”. Me quedé fría.

Y aquí las líneas finales del segundo:

“Pasé la tarde con el abuelo, papá”, estuve a punto de confesarle, pero preferí callar. Sabía que aún no era tiempo para revelar ciertas cosas.

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Por otra parte, sus personajes han sido cuidadosamente diseñados y los registros verbales empleados por ellos en sus diálogos, monólogos, narraciones y/o descripciones terminan por contagiarnos sus pesares, extrañezas, vicisitudes, deseos y lecciones de vida… “Todos generan curiosidad y arrastran un destino extraño, insólito, cuando no extraterrenal. Causan estupor y asombro. Conmueven” (Cronwell Jara).

También cabe destacar el manejo de los diálogos, por parte de Elmer López. Están trabajados bajo la espontaneidad y la fluidez de los discursos cotidianos, facilitando la libertad imaginativa del lector y envolviéndolo en el devenir de los acontecimientos.

La inclusión del género epistolar, particularmente en el primer cuento, es otro de los aciertos que conviene resaltar. Sin este género, el amor entre Heredia y Benjur no tendría ese toque mágico y envolvente que impregna la historia de “unos cuadrúpedos orejudos y trompudos”.

Pero, junto a todas estas grandes cualidades del libro, resalta una que no es muy frecuente. Me refiero a la pulcritud en el uso del lenguaje. Todos los cuentos están escritos con la delicadeza, el gusto y el compromiso de quien ama y respeta nuestro idioma.

Como muy bien señala el destacado crítico literario Ricardo Gonzáles Vigil, “este libro confirma el lugar destacado que Elmer López Guevara ostenta en la narrativa peruana actual”. “El amor por los ojos entra y otros cuentos” es un estupendo libro que vale la pena leer.

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