La historia de Matacuy, un orgullo para todos, merecía una celebración a la altura.
La historia de Matacuy, un orgullo para todos, merecía una celebración a la altura.

Matacuy, el elíxir andino, cumplió 39 años el pasado viernes 4 de noviembre y se celebró como merecía la ocasión, con una fiesta patronal en Chuncho, el restaurante de la familia en Ollantaytambo. La historia de Matacuy es digna de un cuento ya que fue Wendy Weeks quien primero lo creó para su disfrute personal. Mezcló el tradicional cañazo artesanal de las zonas de Apurímac y lo fue combinando con diferentes botánicos locales hasta encontrar la fórmula mágica. Fueron 12 los que mejor quedaron y así quedó escrita la receta. Un perfil complejo y suave que viene acumulando medallas y halagos dentro y fuera del Perú. No fue hasta la última década que Joaquín Randall, junto con su hermano Ishmael, ambos hijos de Wendy, y su amigo de toda la vida Haresh Bojwani, deciden llevar esta joya creada por su madre un paso más allá y dentro de los jardines del hotel de la familia, crean Destilería Andina.

FESTEJO. Tanta historia, tan linda energía y un producto final que es un orgullo para todos, merecía una celebración a la altura. En la barra de Chuncho, el anfitrión Guido Velasque recibía a André Querol (Destilería Andina), Liz Díaz (Grupo Troppo), Samuel Serna (La Gintonería) y Tatiana Flores (Brand Ambassador Matacuy). Y en la cocina Josefina Rimachi compartía los fuegos con Arlette Eurlert del Restaurante Matria (Lima). La noche fue mágica, mesas llenas, barra a tope y un ambiente de júbilo total. Cada bartender creo dos cocteles especiales con Matacuy como base para armonizar con la perfecta propuesta de Josefina & Arlette. Sabores balanceados con mucha personalidad como la trucha del Valle en un sudado con cítricos y verduras locales muy bueno, maridado con un fresco Southside Andino de Samuel. Otro gran destacado fue el lechón adobado en Matacuy, rebalsante en jugo para embarrarse y zambullir un crujiente pan chapla. Este paso acompañado de la Joya Andina, una gran creación de Liz Díaz con la radiografía de un martini pero el alma andina que le ofrecia el Matacuy. El cierre vino de la mano de un sólido trío de chocolate, hecho con cacao chuncho y acompañado del perfecto Capitán Andino de André. Memorable. La energía del lugar era tan alta que los músicos locales de Sabor Patronal no aguantaron al final de la cena para empezar con los tambores y trompetas. La barra explotó y la noche giró en un entusiasmo colectivo que parecía no acabar nunca. La felicidad se apoderó de la noche. Felicidades Wendy, Joaquín, Haresh e Ishmael. Un trabajo que es orgullo constante para nuestro país así debe ser celebrado año a año. ¡Nos vemos en los 40!