La Reserva Nacional de Paracas es una de las zonas turísticas más importantes de nuestro país. Como dicen por allí, a las ciudades se llega y al desierto se va, y para llegar a Paracas hay que recorrer 260 kilómetros por la carretera Panamericana Sur desde Lima, por paisajes que intercalan algo de verde, tramos de nada y varias vistas al mar. Es uno de los destinos recurrentes a los que solemos escapar en familia, a desconectar de la ciudad y disfrutar del desierto y el mar.

Ese desierto, que aunque parezca hecho solo de arena -el más seco del mundo- esconde oásis con árboles, lagunas y pájaros en una superficie que se percibe infinita. Y el mar de Paracas, en cuya reserva se conservan desde 1975, ecosistemas marinos costeros y su diversidad biológica amenazada. Así como patrimonio arqueológico y cultural.

CONCHAS

Entrando a la Reserva, en la zona de amortiguamiento se encuentra Inti-Mar, nuestra parada obligada cada vez que visitamos la zona. Solemos reservar desde Lima porque se llena, y llegamos justo para almorzar para disfrutar del sol y la hermosa vista a la Bahía. Inti-Mar es un centro de cultivo de conchas de abanico y engorde de ostras.

Desde 1995 se realiza la maricultura de conchas de abanico en la Bahía, e Inti-Mar comenzó en el 2006, pero la extracción de conchas para la alimentación humana es una actividad ancestral y fue uno de los pilares de la alimentación de la antigua cultura Paracas (aproximadamente 2 000 años A.C.).

Los bivalvos son criados en mallas de varios niveles sumergidas en el mar. Lo manso de sus aguas y la abundancia de algas y fitoplancton, ayudan a aportar suavidad y elegancia al producto. Cada semana, se van controlando cuidadosamente. Dos años demoran las ostras en llegar a su tamaño y 500 días las conchas de abanico.

PLATOS

El restaurante comienza a funcionar a las 11 de la mañana y cierra sus puertas pasadas las 3: 00 p.m. Cocina marina sabrosa, fresca y sin pretensiones es lo que van a encontrar. Hay 10 entradas con conchas (al pisco, al ajo, al natural, al bloody, con limón, a la chalaca, al natural, a la parrilla, parmesana o al ajillo) y otras tantas con almejas que llegan de la vecina Bahía Independencia. Nosotros optamos por las opciones al bloody, natural y al limón.

Los erizos, cuando hay, son de Atico y el pescado llega directo de Pisco. Puro producto fresco, directo del mar. Prueben el arroz con conchas, cremoso y muy bien ejecutado, las conchas son de tamaño perfecto y su carne dulce y carnosa; resaltando en cada bocado.

Otro de nuestros platos favoritos son las lapas arrebozadas solo con huevo, ligeras y suaves. Una exquisitez hoy en día difícil de encontrar y que disfrutamos de principio a fin mientras nos acordabamos de aquellos días en que se podían encontrar en más locales. En este viaje probamos también la pasta de cangrejo y langostinos, muy buena.

En el 2014 construyeron un albergue eco amigable, rústico pero muy confortable de 8 habitaciones ubicadas a pie de mar. La electricidad se corta a las 11pm y se puede oír el ruido del mar y disfrutar de la brisa y las estrellas. Lo que lo hacen un destino imperdible a menos de tres horas de Lima.

Gran trabajo de los esposos Rita Sánchez Piérola (médica de profesión) y Luis Zapata Alcázar (economista y empresario) por mantener intacta la esencia de esta Bahía, que tantos otros quieren alterar.

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