“En un mundo que tiende a simplificarse y estandarizarse a todos los colocan bajo la etiqueta de café peruano, chocolate peruano, vino peruano”, comenta Vanessa Rolfini
“En un mundo que tiende a simplificarse y estandarizarse a todos los colocan bajo la etiqueta de café peruano, chocolate peruano, vino peruano”, comenta Vanessa Rolfini

Comenzaré esta columna desde un lugar común, sobre la creencia generalizada, que no estamos, ni actuamos solos. Lo que hace una persona-grupo-comunidad tiene repercusión en otros y viceversa, especialmente, cuando se trata de pequeña escala el otro es tu aliado, no tu competencia. Resulta una verdad tan obvia y contundente que ni siquiera la cuestionamos o invocamos, pero sí la obviamos. Entonces, sirviéndome de esta idea, enfoco mi atención en los sectores de los productos artesanales y nacionales de chocolate, café y vino, sobre los que escribo con frecuencia, es decir, constantemente los pruebo, interactúo y obtengo feedback de productores y consumidores. Repito, se trata de mi percepción.

Recientemente, conversando con una fabricante de chocolate artesanal, le planteaba mi preocupación por unas tabletas que habían llegado a mis manos en mal estado. El producto estaba hecho con materia prima de buena calidad, se notaba el esfuerzo. Entonces, indagamos en las posibles causas que ocasionaron el problema en una conversación común entre miembros de un mismo sector.

Por nuestra parte, entendimos lo que pudo suceder, las circunstancias que originaron el percance. Pero el consumidor común no lo ve así, y mete en el mismo saco a todos los de su rubro y posiblemente, antes de arriesgarse nuevamente, prefiere adquirir uno de factura industrial, bien sea nacional o importado. Ni siquiera es un asunto de costos.

También sucede todo lo contrario, es decir, al probar un chocolate artesanal que resulta de su agrado, eso le abre las puertas a otras marcas de la misma categoría. En una especie de sinergia donde la acción de uno arrastra al otro. Se trata de una frágil percepción de la realidad que resulta poderosa, donde basta una buena o mala experiencia para establecer una opinión en firme, y, en el caso de las negativas, muy difíciles de borrar o apalear.

Entonces, mi invitación a los productores es percibir a los otros fabricantes como sus aliados. Si su producto genera una reacción positiva, eso te facilitará las cosas.

En un mundo que tiende a simplificarse y estandarizarse a todos los colocan bajo la etiqueta “café peruano”, “chocolate peruano”, “vino peruano”. Me toma mucho tiempo y energía explicar en actividades de cata y en escritos que cada uno tiene sus circunstancias, pero no siempre tengo éxito, porque una la mala experiencia supera cualquier argumento.

La cooperación mutua, el intercambio de ideas y la responsabilidad de elaborar un producto en óptimas condiciones los afecta a todos. Nadie está metido en una burbuja. He escuchado decir muchas veces, “mi producto no es así”, “no es mi problema”, lo cual me entristece porque se trata de sectores de nicho, donde cada paso hacia adelante requiere de un esfuerzo titánico y cada retroceso solo un sorbo o trocito en mal estado, sea de quien sea.

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