Helene en el segundo huracán más mortífero en Estados Unidos en más de 50 años, después de Katrina en 2005. (Foto: Mandel Ngan/ AFP)
Helene en el segundo huracán más mortífero en Estados Unidos en más de 50 años, después de Katrina en 2005. (Foto: Mandel Ngan/ AFP)

Al menos 201 personas murieron por el paso del huracán Helene por el sureste de Estados Unidos, la mitad de ellas en Carolina del Norte, uno de los estados que quedó con poblados arrasados por la tormenta, según informaron las autoridades.

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Según un recuento de la AFP con base en cifras oficiales, se confirmaron 201 muertes en Carolina del Norte y del Sur, Georgia, Florida, Tennessee y Virginia, convirtiendo a Helene en el segundo huracán más mortífero en Estados Unidos en más de 50 años, después de Katrina en 2005.

Comienza la reconstrucción tras daños

Cuando el huracán Helene azotó las montañas, hace casi una semana, el agua subió “hasta ahí, hasta el buzón”, señala Shelby Holzhauser desde la puerta de su casita blanca, situada junto al río que arrasó todo a su paso. 

Durante días, esta mujer caminó hasta el otro lado del puente, sorteando escombros y cargando una mochila para ir a buscar agua y comida. “No hay agua ni electricidad”, dijo este jueves, con su hijo Carter, de 4 años, aferrado a sus piernas. 

Frente a ella, en este puente de la localidad de Swannanoa y en el resto de las montañas de Carolina del Norte (sureste), decenas de trabajadores reparan las carreteras rotas, las tuberías reventadas y las líneas eléctricas arrancadas por el huracán, que ha dejado un rastro de muerte y devastación a su paso. 

“Estamos en altura, pensábamos estar a salvo, pero (el agua) se acercó tanto que cogí a mi hijo y salimos de casa. Tenía miedo de que nos quedáramos atrapados”, cuenta esta maestra de guardería de 23 años. 

Casi una semana después de las inundaciones, las autoridades han retirado los coches destrozados y todo tipo de escombros de las carreteras principales, pero el regreso a la normalidad parece lejano. 

Para tirar de la cadena, Shelby tiene que ir a llenar un gran cubo en el río. Mientras habla, su marido enchufa el generador que le ha dejado su jefe, lo que les permite cocinar. 

Cerca de ahí, unos hombres atienden un puesto con productos de primera necesidad bajo el techo de una gasolinera averiada. 

“Todo el mundo se ayuda”, dice con orgullo Shelby, que lleva una camiseta roja y botas de cuero. 

De costumbre “trabajar, trabajar, trabajar, eso es todo lo que se puede hacer para sobrevivir, trabajar para ganar dinero y pagar las facturas”, dice esta mujer que siempre ha vivido en esta región del sur de los Apalaches. “Pero desde la catástrofe, me he acercado más a mis vecinos. Han venido a vernos, a asegurarse de que tenemos lo que necesitamos”.

“Súper” ayuda

En el aparcamiento de un restaurante de comida rápida cerrado, los veterinarios ofrecen atención de urgencia gratuita a las mascotas. Audrey Pace ha venido de una clínica para echar una mano. 

“En estos momentos es muy difícil”, dice. En toda esta destrucción, “las mascotas son un apoyo incondicional para las personas”, añade, justo antes de dar la bienvenida a un coche que llega con un perro en el asiento del copiloto. 

En el campo de al lado, varios helicópteros aterrizan con estruendo. Un poco más allá, una zona de casas rodantes, típicas de las zonas rurales pobres de Estados Unidos, quedó completamente arrasada, con algunas viviendas desplazadas y sus ventanas destrozadas. 

De una de ellas asoman, por un agujero en un tabique, una guirnalda roja de Navidad y una prenda infantil con el logotipo de “Star-Wars”. 

Más de 200 personas murieron a causa del huracán Helene, desde Florida, en el sur, hasta las montañas de Carolina del Norte, sobre todo en los alrededores de Asheville, la ciudad vecina sobre la que Joe Biden voló el miércoles. En este condado fallecieron 25 personas. 

El presidente estadounidense envió un millar de soldados adicionales para ayudar en la reconstrucción, tras las críticas del candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, por un supuesto retraso en la ayuda federal. 

En Swannanoa, la ayuda “ha sido genial”, dice sin dudarlo Shelby Holzhauser. A apenas 20 metros de su casa, se están instalando nuevas tuberías de agua, mientras una retroexcavadora refuerza una carretera rota. 

Observando al ejército de técnicos, la maestra no se hace ilusiones sobre el futuro: “Va a pasar un tiempo antes de que volvamos a estar en pie”.

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