Desde su oficina de Shanghái, el consejero matrimonial Zhu Shenyong da recomendaciones en vivo a través de varios teléfonos simultáneamente a una audiencia ansiosa por salvar sus relaciones de pareja. Con el aumento de divorcios en China está muy ocupado.
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En la pared de la agencia tiene un mantra colgado: “Que no haya malos matrimonios bajo el cielo”. Pero en la realidad terrenal cuando los clientes le piden ayuda, es que ya se encuentran en crisis.
“Siempre digo que la consejería matrimonial en China es como tratar el cáncer en fase avanzada”, afirma Zhu, de 44 años, cuyas sesiones pueden atraer a 500 espectadores.
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“La mayoría de mis clientes quieren salvar el matrimonio, una minoría piensa divorciarse, pero todos quieren consejos sobre la decisión correcta que deben tomar”, añade el hombre, que se dio a conocer en las redes sociales afirmando que gana un millón de yuanes (128.000 euros, 152.000 dólares) al año.
Su misión es “evitar los divorcios evitables”, pero Zhu es realista y trata sobre todo de limar asperezas durante una ruptura, por el bien de los hijos.
En China hubo 8,6 millones de divorcios en 2020, según el ministerio de Asuntos Civiles. Es un nuevo récord y sobre todo casi el doble que en 2019.
La presión familiar, una sociedad ultracompetitiva, la subida de los precios inmobiliarios o los problemas para ocuparse de los niños son algunos de los motivos que empujan a chinos a alejarse del matrimonio, sobre todo los jóvenes, que dan prioridad a la libertad personal.
“Desde un punto de vista positivo, el divorcio es el reflejo de una sociedad civilizada y un despertar de las mujeres”, declara Zhu, quien cita las relaciones extramatrimoniales y los problemas económicos como los principales motivos para la ruptura.
Un mes de reflexión
Ante el preocupante descenso de la natalidad, las autoridades en cambio animan a los habitantes a casarse y a no separarse.
El año pasado se introdujo un nuevo “período de reflexión” obligatorio de 30 días para las parejas en proceso de divorcio. Antes el plazo era de un día.
El objetivo es prevenir divorcios “impulsivos”, pero algunos defensores de los derechos temen que perjudique a las mujeres víctimas de matrimonios violentos, sobre todo porque el plazo puede prolongarse indefinidamente a petición de uno de los miembros de la pareja.
“El período de reflexión se ha convertido en un período de agresión, que se desvía completamente de la idea original”, opina Wang Youbai, abogado de Cantón.
“Es extremadamente injusto para las víctimas de violencia de género (...) que intentan escapar de un matrimonio infeliz”, añade.
Para los divorcios que terminan ante un juez hay que contar uno o dos años, según Yi Yi, una abogada de Pekín, y el costo es más alto.
Muchas provincias han impuesto consultas obligatorias para decenas de miles de parejas jóvenes o los que se hallan al borde del divorcio.
Según el ayuntamiento de Wuhan (centro), en el mes de enero el “período de reflexión” permitió salvar dos de cada tres matrimonios.
En Pekín hay consejeros permanentemente en las oficinas de registro de matrimonios y 43.000 parejas se han beneficiado de ellos desde 2015, con una tasa de éxito de “más del 60%”, afirma el municipio.
Esta ayuda llegó demasiado tarde para un funcionario de Shanghái de 36 años, divorciado desde el verano pasado, que se hace llamar Wallace.
“Para aquellos que realmente quieren divorciarse, (la mediación) es una mera formalidad”, afirma Wallace, que atribuye el fracaso del suyo a la interferencia de sus suegros.
Echar a suertes
Este hombre forma parte de la juventud desilusionada con el matrimonio a la que el gobierno quiere convencer para que se case.
“Algunos se casan por casarse, sin preguntarse si serán capaces de aceptar los defectos de su pareja”, analiza Wallace, y agrega que muchos de sus amigos están preocupados por el tema del matrimonio y el divorcio.
“Si supieras que uno de cada dos matrimonios fracasa, ¿te seguirías arriesgando?”, pregunta Wallace.
La presión es constante, especialmente entre las mujeres, para casarse jóvenes y tener hijos, pero cada vez más se niegan a ceder.
“Para las personas mayores el divorcio significaba que nadie te quería (...) pero para mi generación es una elección personal”, afirma Vivien, de 31 años, que se casó tras un flechazo.
“No es vergonzoso, al contrario, admiramos a las que consiguen divorciarse”.