“Lo que se iba a hacer en Chile, ya se hizo”. Víctor Fernández lleva cinco meses ahorrando para pagar el boleto de avión de regreso a su natal Venezuela ante un aparente rebrote de oportunidades.
MIRA ESTO: Mujeres luchan contra delincuente y evitan asalto en tienda de ropa
Salió de Caracas hace cinco años, en un éxodo que según ACNUR llevó a 6 millones de venezolanos a migrar desde 2015, en el pico de una profunda crisis.
Sin embargo, la imagen de devastación de la que huyó, con anaqueles vacíos y filas de horas para comprar comida, ha quedado atrás: un relajamiento en 2018 del férreo control cambiario que imperó durante dos décadas trajo mejorías, después de que Venezuela encadenara ocho años de recesión y cuatro de hiperinflación.
Una dolarización de facto y una flexibilización de los controles de precios permitieron a empresarios y comerciantes aumentar las importaciones, con una mejor oferta de productos y nuevos locales de alimentos, ropa o zapatos.
Esa imagen de cambio, que inunda las redes sociales, lava un poco el rostro de la miseria en un país donde tres de cada cuatro familias tiene ingresos insuficientes para cubrir la canasta alimentaria, y ha impulsado a muchos a regresar.
“Es hora de volver”, dice convencido Víctor, de 32 años, quien llegó a Chile sin papeles que le permitieran conseguir empleo fijo e incluso tuvo que dormir en una plaza. “Dormí en la calle 15 días (...). Hablaba con mis padres y les decía que todo estaba bien y yo colgaba el teléfono y lloraba de la desesperación”.
TE PUEDE INTERESAR: Una mujer de 72 años fue arrestada en Venezuela por un chiste sobre la muerte de Maduro en Tik Tok
¿Venezuela se arregló?
El presidente Nicolás Maduro desestima las cifras de ACNUR, asegurando que el número de migrantes llega a unos 800.000 o “quizás menos”.
Si bien no hay cifras oficiales de retornados, un tercio de la población tiene deseos de emigrar, según un estudio de opinión, que ratifica que la percepción general del país es negativa.
“Alguna gente ha salido a decir: ‘Venezuela se arregló’. No, no se ha arreglado, está mejorando. Venezuela ha mejorado, Venezuela va a mejorar”, dijo Maduro en la televisión estatal en referencia a una frase viral en redes sociales, usada con sarcasmo cuando se habla de mejoras en el país.
El PIB, que cayó más de 80%, tuvo un rebote de 4% en 2021. “Es un crecimiento subóptimo, que parte de una apertura incompleta (...), que privilegia a unos más que a otros”, explica el economista Henkel García, director de la firma Econométrica.
“Es una economía enfocada básicamente al comercio, sin mayores cambios estructurales”.
La “nueva cara”, calificada por muchos como una “burbuja”, se ve en Caracas; pero servicios públicos como agua o electricidad siguen colapsados, en especial en el interior del país.
“El ciclo de la rata”
Víctor, que regularizó su situación migratoria en Chile, “sobrevive” trabajando como repartidor en Valparaíso, 116 km al oeste de Santiago.
Lo que gana se le va en sus gastos y los de sus familiares en Venezuela, donde la dolarización ha “internacionalizado” precios, así que decidió que no valía la pena seguir lejos de casa. Conservaba, pese a los problemas, unos pequeños ahorros con los que compró una moto en Caracas e invirtió en un abasto para subsistir a su regreso.
“Hay oportunidades, hay opciones” en Venezuela, dice a la AFP a las afueras de su modesto apartamento en Chile.
Quienes regresan tuvieron malas experiencias como migrantes y muchos sufrieron actos de discriminación.
Yara González, una manicurista de 29 años, volvió a su país desde Perú.
“Era como el ciclo de la rata” (correr en una rueda en una jaula sin llegar a ningún sitio), dice esta mujer.
Recuerda, entre risas, a una peruana que se persignó al escuchar su acento. “¿Eres venezolana?”, cuenta que le preguntó antes de hacer la señal de la cruz.
“Oportunidades”
El regreso superó las expectativas de Yara.
“Siento que tengo más oportunidades de las que pude haber tenido para el año 2018 o 2017, que eran totalmente nulas”, relata al rememorar que meses antes de emigrar “desaparecieron las acetonas, los brillos” y otros materiales para trabajar.
Se empleó en un spa al volver, pero ahora trabaja en casa, donde recibe clientes en una mesa con un par de sillas. Le va “mucho mejor” que en Lima: “Mucho más cómodo, incluso me atrevo a decir que monetariamente, también, mejor”.
“Para rodar por Latinoamérica y seguir teniendo carencias, me quedo acá en mi casa”, agrega.
Víctor, mientras, piensa en su futuro en Venezuela. Se le ha hecho cuesta arriba reunir el dinero para el boleto de avión, lo que ha pospuesto su retorno y, con ello, la oportunidad de volver a abrazar a su hijo, su esposa y sus padres.