Hoy se cumplen 41 años desde que los iraníes decidieron por un referéndum convertir al Estado en una República Islámica. Atrás y no creo que para el recuerdo, quedó una monarquía -la Dinastía Pahlaví-, presidida por el sah Mohammad Reza Pahleví, que fue derrocada en febrero de ese mismo año.

Eran los días en que la figura del ayatola Ruhollah Homeini, terminó de posesionarse políticamente y hasta su muerte en 1989, luego de que liderada desde el exilio y con éxito, una revolución de carácter religiosa lo consolidara en el poder. Desde entonces Irán, la nación chiita más poderosa del Medio Oriente con 82 millones de habitantes, mantiene un sistema político fundado en una teocracia, cuyo nombre oficial es República Islámica de Irán.

En este país persa, de origen histórico ario, entonces, la primera autoridad no es -como en la misma mayoría de los países del mundo-, el presidente que lo tiene -Hasán Rouhaní, desde el 2013-, sino la omnipresente y totalizadora persona del ayatola Alí Hoseiní Jamenei, el denominado Líder Supremo de Irán, que en la práctica es la máxima autoridad religiosa, política, económica, judicial, etc., en el país y por su altísima membresía, considerado una verdadera fuente de emulación del chiismo, una de las dos ramas del Islam -la otra es el sunismo-, religión monoteísta que fuera fundada por Mahoma en el 622 d.C.

En las más de 4 décadas que tiene la República Islámica, sus enemigos de siempre son EE.UU., que por la reciente muerte por aniquilamiento selectivo con un dron del general Soleimani, su mayor piedra en el zapato en el Medio Oriente, no cierra los ojos ante una eventual venganza de Teherán; El Estado de Israel, cuya extinción es una máxima establecida en la propia Constitución iraní; y, los árabes -los iraníes no lo son-, principalmente los de Arabia Saudita, país sunita, considerado el mayor enemigo de Irán en la región. Finalmente, las recurrentes protestas sociales por el alto costo de vida y la pandemia -van más de 2,600 muertos y casi 40,000 contagiados-, conspiran como sombra de una futura “primavera persa” contra el régimen de los ayatolas.