Perú no es Corea del Norte, Irán, Cuba o Venezuela… pero ¿eso alcanza para sentir que será la mejor opción para las nuevas generaciones de niños y jóvenes que hoy asisten al colegio y a la universidad? ¿Es posible asumir que de los adultos que rigen hoy la vida política, social, empresarial (por acción o inacción) puede nacer una generación que apuesta por los valores de la democracia, el liderazgo político ético o la ciudadanía inclusiva?

Quién sabe eso solo sería posible si la educación generara las condiciones para que los estudiantes sean capaces de conocer la realidad, tomar posición ética al respecto y tomar acción para cuestionar el “establishment”. Lamentablemente el Minedu en los últimos 50 años se ha asegurado de modo autoritario que los directores, maestros y alumnos no se salgan del libreto conformista, centralista, reglamentarista y uniformizador que le es tan cómodo.

Los adultos peruanos de hoy se criaron, desempeñan y se adaptaron a esta realidad heredada desde inicios de la república, como tan bien lo describió Alfonso Quiroz en “Historia de la corrupción en el Perú”. La pregunta es si quieren o no lo mismo para sus descendientes. Que aprendan a sobrevivir en esta nación caótica, fracturada y resentida, que se arriesguen a ser revolucionarios confrontadores de lo establecido, o si es preferible salir a buscar destinos mejores en otros lares.

La respuesta no es sencilla ni única. Pero creo que lo menos que podrían hacer los padres, es poner la pregunta en su agenda familiar y procesarla para dar forma a lo que podría ser la mejor opción para sus hijos.

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