En toda esta , los niños solo han sido tratados como potenciales agentes contaminantes de los demás, especialmente los enfermos y ancianos. Casi como potenciales asesinos de los vulnerables. Son tratados como pequeños adultos, a los que las autoridades no les hablan de acuerdo a su edad y necesidades, sino como parte del discurso dirigido a los mayores. No se respeta su identidad infantil, como personas cuya salud mental está amenazada, que necesitan que sus sentimientos y pensamientos sean abordados de modo específico, ya que están cargados de temores, angustias, confusión, y finalmente miedo a morir o que se mueran sus padres y abuelos, que es lo que se escucha todo el tiempo en las noticias.

Esos niños encerrados en su casa ni siquiera tienen la liberalidad de un perro de poder salir una vez al día a “hacer sus necesidades”; es decir, tomar aire, romper la rutina de las cuatro paredes, salir del estrés del núcleo familiar confinado (que en muchos casos incluye algo de violencia psicológica y quizá física) y de las tareas escolares, que de la noche a la mañana los convirtieron en indefensos “estudiantes virtuales”, a la par que reciben la promesa de la cancelación de sus vacaciones escolares, mientras ven como policías y militares controlan que nadie salga de su casa.

¿No sería educativo y justo para ellos, que su presidente, su ministro, los líderes de opinión, se tomen unos minutos para dirigirse a ellos, tranquilizarlos, explicarles en sus propios términos lo que está pasando y darles ánimos para sostenerse hasta que vengan tiempos mejores?