La ciudadanía democrática es la base que sostiene la convivencia social, así como la gobernanza de un país. Su sentido es garantizar el ejercicio y respeto de los derechos humanos, civiles, políticos, promoviendo una participación plural donde las diferencias se escuchen y las coincidencias se construyan. La democracia requiere libertad, justicia, transparencia y tolerancia, pero también organizaciones políticas que sean capaces de procesar sus decisiones internas de manera ordenada, legítima y respetuosa.

El 30 de noviembre he podido observar que los partidos eligieron caminos distintos para escoger a quienes los representarán en las próximas elecciones para el Ejecutivo y el Congreso. Algunos optaron por la votación nacional de sus candidatos directamente por su militancia partidaria. Varios mediante la elección de delegados. Sin embargo, más allá de la modalidad, lo significativo es que pusieron en marcha elecciones partidarias que convocaron la participación y deben dar ejemplo de respeto a los resultados.

Estas prácticas no solo eligen candidaturas. Enseñan que la política se debe construir sin agresiones y que participar contribuye a valorar la democracia junto con el desarrollo de valores. Como maestro saludo la amplia competencia de todos los partidos que han caminado y espero caminen –siempre de manera respetuosa y plural– en la construcción de una ciudadanía política con una mirada en las próximas elecciones generales 2026. De esta manera, las conductas puestas y las que se pongan de manifiesto contribuirán a educar para una ciudadanía democrática .Y plena como fomenta el Proyecto Educativo Nacional (PEN) al 2036.