El miércoles 9 de marzo pasado, la institución pública más prestigiosa del país, el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), cumplió 100 años. Como economista, me sumo a los saludos correspondientes, más aún cuando es una entidad que ha sabido ejercer su autonomía real en varios períodos de nuestra historia, custodiando la estabilidad económica. Pero a la vez, me vino a la memoria su fundador, que parece que nadie recuerda: Augusto Bernardino Leguía.

Es el gobernante que puso al Perú en el siglo XX. Llevó a cabo reformas trascendentes, desde la modernización del Estado hasta la delimitación internacional. Es uno de los grandes constructores del Estado peruano de todos los tiempos, obra solo comparable a la del virrey Francisco Álvarez de Toledo del siglo XVI o la de Ramón Castilla en el siglo XIX. Gobernó 15 años, lo que lo convierte en el mandatario que más tiempo ejerció el poder en el Perú, y de paso, señala el error del apelativo de “oncenio” atribuido a su período de gobierno.

Por si fuera poco, Leguía fue a Lima lo que Francois Miterrand a París: la modernizó por completo con una nutrida obra pública, para festejar el Centenario de la Independencia en 1921. Asimismo, legalizó a las comunidades indígenas, creó la Guardia Civil, impulsó la construcción de carreteras y obras de irrigación, fundó el Banco Hipotecario y cerró tratados fronterizos con Brasil, Colombia y Chile.

Leguía no ha sido recordado en este centenario del BCRP porque, paragógicamente, ha sido “invisibilizado” por nuestra historiografía. Fue el precio que pagó por ser el presidente más pro-capitalista que tuvimos, lo que lo enfrentó al mercantilismo civilista de los viejos señores feudales, así como al socialismo más radical. Entre ellos, lo lincharon con odio, aprovechando además la crisis de finales de los 20. Ni siquiera una avenida lleva su nombre en Lima, aunque hay una con el nombre de Salvador Allende, el presidente socialista chileno.